Opinión | El ojo crítico
Recordando a Adolfo Suárez
Este año se han cumplido diez años del fallecimiento de Adolfo Suárez, primer presidente del actual periodo democrático iniciado en 1977 tras cuarenta años de permanencia en el poder del dictador Franco gracias al apoyo del ejército, de la Iglesia católica, la oligarquía empresarial y financiera así como por buena parte de la población española. Se ha escrito mucho y bien sobre Suárez por parte de los que fueron sus colaboradores. Un año antes de la muerte de Adolfo Suárez, ocurrida el 23 de marzo de 2014, el periodista Fernando Ónega, que también provenía del franquismo como el propio Suárez, publicó Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez (Plaza y Janés, 2013), libro en el que hizo un repaso muy personal sobre el tiempo que pasó al lado del presidente como asesor de comunicación y escribiendo los borradores de buena parte de sus discursos más conocidos en los primeros años de su presidencia. Ónega, además de hacer un recorrido sentimental por la trayectoria política de Suárez en la Transición, rememora varias conversaciones y llamadas telefónicas que tuvo con él en los primeros años de su enfermedad degenerativa, enfermedad que supuso que poco después de la muerte de su mujer, en 2001, Suárez apenas sabía ya quien era ni conocía su propio pasado.
Hay que mencionar también el libro del periodista Manuel Campo Vidal, publicado en 2012 y que con título Adolfo Suárez. El presidente inesperado de la Transición (RBA, 2012) ofrece una serie de datos poco conocidos y necesarios para poder construir la vida de Suárez durante sus años de presidente del Gobierno, pero sobre todo los profundos cambios que la sociedad española pudo ver hechos realidad gracias al arrojo y al acierto de Suárez. Que en apenas unos meses España pasase de ser una dictadura donde los acólitos de Franco habían tratado de dejar todo atado y bien atado para así poder seguir disfrutando del poder a un país que pareció avanzar un par de siglos en un abrir y cerrar de ojos, sigue sorprendiendo. Se abolieron las Leyes Fundamentales del franquismo, el sindicato vertical y el Movimiento (una agencia de colocación laboral para vagos adoradores de Franco). En apenas un año de desmontó el andamiaje de la dictadura entre continuas amenazas del ejército y quejas de la Iglesia: a ambos se les acababa el chollo. Y por último quiero hacer referencia a Carlos Abella y su libro Adolfo Suárez. El hombre clave de la Transición (Espasa Calpe, 2006) en el que hizo un relato desde dentro de los años de gobiernos de Suárez que abarcaron desde 1976 a 1981 así como de la propia Transición. Abella retrata el día a día de la actividad de Suárez y de sus ministros en la presidencia del Gobierno, las luchas internas, la ruptura de la amistad con Fernando Abril Martorell y las tensiones provocadas por los partidarios del antiguo régimen.
Pero quiero hacer especial mención una duda que tengo desde hace tiempo. Me refiero a Torcuato Fernández Miranda, un actor principal en los años de la dictadura que, cuando se dio cuenta que el régimen llegaba a su fin gracias al impulso inicial del rey Juan Carlos y de los partidos de izquierda y los sindicatos, se quiso subir al tren de la democracia de una manera descarada teniendo en cuenta su pasado. En algunas de las lecturas que he hecho sobre el periodo de la Transición se habla de unas supuestas memorias de Fernández Miranda que ni están publicadas ni se ha demostrado su existencia. Es más, en el primer capítulo de la serie de RTVE La Transición española (Victoria Prego, 1995) en la que se narra la Transición , es decir, el período comprendido entre 1973 y 1977, se alude también a las memorias de Fernández-Miranda. Incluso se puede ver una página mecanografiada de estas memorias. ¿Dónde están? ¿Por qué la familia no ha querido publicarlas si, como creo, existen? En ese episodio primero al que me refiero de la serie de Victoria Prego, se puede leer en una hoja: Capítulo primero. Las horas del atardecer.
¿Se acuerda alguien de Adolfo Suárez? Sí, por supuesto, pero menos de lo que se debería. Y sobre todo por los que deberían hacerlo. Suárez cayó y abandonó el gobierno y después la política porque fue atacado y vilipendiado por miembros de su propio partido, UCD, la gran mayoría provenientes del franquismo. Aquellos que después le alabaron no dudaron en insultarle y en ponerle todas las dificultades que pudieron ya que siempre había alguien que se merecía estar en el lugar de Suárez.
Mis hijos a menudo me piden que les cuente una anécdota de mi niñez que aunque ya conocen les encanta oírla de nuevo. Ocurrió a finales de los 70. Yo debía tender unos ocho años. Vivíamos en Palma de Mallorca donde mi padre fue elegido concejal y teniente de alcalde por el PSOE en las primeras elecciones municipales que se celebraron. Todas las tardes, al anochecer, pasaba por delante de nuestro edificio un borracho dando gritos contra la democracia, el Rey y contra Suárez. Yo un día salí a la terraza y grité «viva el Rey» todo lo alto que pude lo que motivó, por parte del borracho, más insultos y más palabrotas que nunca.
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