Opinión | Notas de domingo

Danzas visibles

Este periódico entrega sus premios anuales en una gala en la que me resulta imposible saludar a toda la gente que conozco

Los integrantes de Danza Invisible en la gala de entrega de los Premios Málaga

Los integrantes de Danza Invisible en la gala de entrega de los Premios Málaga / Gregorio Marrero

Lunes. Si el Greco hubiera llevado gafas tal vez no habría pasado a la historia del arte. Quevedo dio nombre a unos monóculos que a Góngora le hubieran sentado fatal. El monóculo es la elegancia del tuerto. ‘Regafas’ llama una óptica a sus rebajas. El colmo de un óptico es tener visiones. Los cristales ahumados son para comer salmón. Las lentes de aumento le vienen bien a mi sueldo. Las patillas de algunas gafas tienen tibia y peroné. Las gafas de buceo están al fondo. El defecto que siento más mío es la miopía. No hay vista cansada si el texto es bueno. La letra grande es la cortesía del tipógrafo. Mejor alumna que pupila. Las lentillas son embriones de gafas. Ponerse las gafas de otro nos proporciona su visión de las cosas.

Martes. 'El día del lobo', novela de Antonio Soler. Narra la huida por la carretera de Málaga a Almería de miles de personas huyendo de las tropas franquistas. Febrero del 37. Una masacre, una infamia. Bombardeados por buques y aviones. Soler mezcla crónica con recuerdos familiares, su familia estuvo allí. Nos lleva por la tragedia y las peripecias vitales en una novela vibrante, de multipersonajes, con pulso combinando memoria e historia, literatura y documentación. Se bebe. Memoria necesaria. Vemos el horror de las hordas rojas descontroladas en los siete primeros meses de la guerra, el éxodo, la represión brutal y sistemática de los sublevados, las canalladas de Queipo, Arias Navarro y otros cuando toman la ciudad. La heroicidad de aquel farero (él por sí solo tiene una novela) que apagó el faro para impedir una noche la visión de los bombardeantes. Aquello: un lobo tremendo del que hay que acordarse. Demasiada gente lo llevaba dentro aullando. Sus heridas persisten.

Miércoles. Ese pudor al abrir la boca. En el dentista. Superado con éxito el primer trámite, no tener que esperar demasiado, uno procede ya dentro a obedecer y a ser dócil, a prometer que va a seguir el tratamiento y a implorar a los dioses que la factura no sea dolorosa. La consulta es pulcra, limpísima. Con la boca abierta me dedico a pensar en escribir una columna que relacione la limpieza y la confianza. Paredes blancas, material impoluto, olor agradable cuadros optimistas en las paredes. Asepsia para un lugar donde luchan contra las infecciones. Que el personal sea amable ya es un placebo maravilloso. «Ya puede marcharse» es la frase más agradable del mundo cuando se está en un lugar sanitario, una clínica, un hospital, el veterinario, el centro de salud. Uno sale a la calle maravillado de seguir entero y de que el día haya transcurrido ignorándote. Con la tarde cayendo ajena a que tú puedas verla o no. Ceno escarola.

Jueves. Este periódico entrega sus premios anuales en una gala en la que me resulta imposible saludar a toda la gente que conozco. También por mi propia incapacidad para navegar de corrillo en corrillo como hace con desenvoltura tanta gente. Me mezclo con Ibon Navarro, entrenador del Unicaja, con los Danza Invisible. Siempre que veo a Javier Ojeda me acuerdo de una juerga en Logroño hace treinta años en un local en el que no paraba de sonar a todo trapo ‘Sabor de amor’. Hasta que llegó la Policía. Acompañada de un concejal y un inspector de sanidad. Me mezclo, decía, con políticos, empresarios, autoridades, compañeros periodistas. Entre los objetivos que me autoimpongo no son menores dos: lograr salir bien en alguna foto y alcanzar algún plato de jamón para que la cerveza (las cervezas) no me perforen el estómago vacío. Al día siguiente, viernes, repaso las fotos del evento (ah, cómo ha mutado esa palabra). Ver las imágenes de algo que es vivido es como revivirlo desde fuera, como un espectador. En algunas fotos salgo y no recuerdo haberme puesto. En otras no estoy y juraría que estuve. En otras fotos hay un señor que clavado a mí que recoge un premio. Es todo difuso. Tal vez en realidad la fiesta sea hoy. O mañana.

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