Opinión | Oído, visto, leído

Momentos

Broncano cabreado. El momentazo de la semana, con el de Orcera señalando a Motos y a su equipo por las malas artes

David Broncano.

David Broncano. / KIQUE RINCÓN/EP

Nadal yéndose. U obligándolo a irse, que no es lo mismo. Parece mentira, pero nadie previó que quizá los holandeses no dejaran ganar a Nadal, que el doble se podía perder y que sobreviniera un bajón del quince en el Martín Carpena de Málaga. Fuera de sitio en el campo y perdido entre las emociones de su cerebro, Nadal fue arrollado por un chaval holandés sin respeto por los mitos. Con una carrera excelsa y siendo uno de los mejores deportistas mundiales de todos los tiempos, la gestión de su retirada no ha podido ser peor: dos años arrastrándose por las pistas, falta de claridad por su parte ante la opinión pública, malentendidos con la prensa, imposibilidad manifiesta por su parte de que hay un principio y un final. Lo ha hecho todo mal. Pero ver al héroe herido -acercándose a una muerte que sabe irremisible-, negándose una y otra vez a abandonar una batalla que sabe que ya no puede ganar, también tiene su punto (y su set, y su partido). Por sus casi veinte años ganándolo todo y de qué manera, y con todas las imperfecciones del personaje que se quieran, para un par de generaciones Nadal forma parte de nuestra historia íntima, tanto a nivel personal como a nivel colectivo.

Desentonado

Feijóo desentonado. Lleva una temporada el líder de la oposición en que siempre llega tarde a los sitios, o desentona con el color de la corbata, o baila chotis cuando está sonando un pasodoble. Cree que es su momento, pero no le entra ni una: si Mazón no suelta el mando autonómico, él sale solemne a pedir la intervención nacional. Si los populares europeos le abandonan y aprueban la nueva comisión con Ribera dentro, los populares españoles se quedarán fuera votando en contra de que una española sea vicepresidenta europea. Y si busca socios para una moción de censura se queda solo en el atril, esperando, más solo que la una. Para alguien previsible, estable y controlador y que viene de un ecosistema lento y tradicional como el gallego, la política de estos tiempos hiperactivos, rápidos e inflamables le supera por la izquierda, pero también le rebasa por su derecha. Unas veces no encuentra el tono y otras veces no atina con el tempo.

Cabreado

Broncano cabreado. El momentazo de la semana, con el de Orcera señalando a Motos y a su equipo por las malas artes usadas para llevar invitados a su programa. Yo ya me he comprado otra tele, para estar la semana que viene viendo en una a Jorge Ponce y compañía y en la otra a Juan del Val y Rubén Amón, dándose de leches. Habrá que ver cómo gestiona esto Pablo Motos: una cosa es que te acusen de viejuno, y otra de usar malas artes para llevarte la audiencia a tu percal. Está feo, Pablo, desde aquí te lo digo. El que pega primero pega más fuerte, pero es que en este caso Broncano, con una facilidad extraordinaria para romper la pantalla y entrar en tu casa a decirte lo que le está haciendo el otro, en apenas un par de minutos metió a Motos en una esquina del ring, obligándole a defenderse de los mamporros de los agraviados dejados por el camino, que intentarán resarcirse. Veremos, nunca mejor dicho.

Desencadenado

Aldama desencadenado. Cada vez que sucede algo similar, imposible no remitirse a Rompetechos, a Mortadelo y Filemón, a La Rúe del Percebe. Que habremos hecho para que Koldo, Ábalos o Aldama (como antes Bárcenas, el Bigotes o el pequeño Nicolás) se cuelen en los telediarios de nuestras vidas y los llenen de tanta cutrería, nivel ‘premium’. Si esto le pilla a Scorsese de joven, te gana cuatro Oscar y dos Globos de Oro en un santiamén, y sin necesidad de gastar en guionistas. «A mí Sabino, que los arrollo», parece decir Aldama a las preguntas de su abogado. Encajaría perfectamente como secundario de ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’ o ‘Aquí no hay quien viva’. Un poquito de por favor, no digo más.

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