Opinión | El ojo crítico

Caso Errejón; un gran despropósito

Lo único claro hasta ahora es que una publicación anónima en una red social en la que no se le mencionaba de manera expresa sino sólo por insinuaciones supuso que fuera llamado por la líder de Sumar, la vicepresidenta Yolanda Díaz, que tuvo como consecuencia inmediata su dimisión y desaparición de la esfera pública

Errejón aseguró que se trataba de una denuncia falsa

Errejón aseguró que se trataba de una denuncia falsa / JOSE LUIS ROCA

Aunque la dimisión y defenestración política de Íñigo Errejón haya pasado a un segundo plano por el desastre de la DANA en la Comunidad Valenciana, el abandono forzoso de la política por el ya exdiputado de Sumar ha supuesto una de las noticias políticas más importantes del año en España. He de reconocer que sigo sin saber el motivo de su dimisión y menos aún qué trató de explicar en su carta de dimisión. Lo diré más claro: no entendí nada. Lo único claro hasta ahora es que una publicación anónima en una red social en la que no se le mencionaba de manera expresa sino sólo por insinuaciones supuso que fuera llamado por la líder de Sumar, la vicepresidenta Yolanda Díaz, que tuvo como consecuencia inmediata su dimisión y desaparición de la esfera pública. En esta publicación la denunciante anónima expresaba su malestar por el, según ella, trato dominante que Errejón había tenido hacia ella durante el año que habían mantenido una relación sentimental, no pudiendo, por ejemplo, aparecer juntos en público o llevar a cabo relaciones íntimas como él quería.

Días después de la dimisión de Errejón, la actriz Elisa Mouliaá hizo público su testimonio sobre unos hechos ocurridos en septiembre de 2021 que ella consideraba abusos sexuales y que tuvo como consecuencia inevitable la presentación de una denuncia penal contra el exportavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados. Con independencia de que el recorrido legal de esta denuncia tenga en mi opinión personal muy poca consistencia jurídica por las circunstancias exógenas a los hechos relatados así como por la propia descripción que Mouliaá hizo en su escrito de denuncia, la suspensión del procedimiento, algo inaudito, por la baja maternal de la abogada de la actriz, ha tenido como principal consecuencia alargar la llamada pena de telediario de Íñigo Errejón. Y digo inaudito porque en esta fase del procedimiento en la que se reúnen pruebas y se prestan declaraciones ante el juez instructor, la actriz Elisa Mouliaá podría estar representada por otra abogada o abogado del mismo despacho evitándose con ello alargar el proceso más de lo debido. En una fase posterior, en la llamada fase oral del juicio, donde otro juez o tribunal se encarga de examinar las pruebas y dictar sentencia, esta actriz podría haber vuelto a estar representada por la abogada de su confianza una vez finalizada su baja por maternidad.

Márgenes del derecho

Unos días después de que surgiera esta noticia tres profesoras de Derecho de la Universidad de Vàlencia y de Castilla- La Mancha publicaron un interesante artículo en el diario El País en el que bajo el título ‘La violencia sexual y los márgenes del derecho’ (2-11-24) avisaron sobre los riesgos que para una sociedad puede tener la sustitución del proceso penal con todas sus garantías añadidas por una nueva esfera judicial con sede en las redes sociales que se encargarían de decidir qué es legal y moral. En este artículo, firmado además por otras 56 profesoras de Derecho de universidades españolas, se recuerda que es el consentimiento, su falta, en el ámbito de la libertad sexual, el único elemento que hace nacer el delito. Nunca puede ser la moral sexual de un grupo de personas expresada en las redes sociales la que determine cuando una conducta es o no delito. Desde el momento que hay consentimiento en el sexo entre dos personas «ningún reproche ético, social ni desde luego jurídico debe realizarse». No todo comportamiento machista o desconsiderado, afirman las autoras, es violencia sexual. Tampoco el sexo sin amor es violencia sexual. Menos aún cuando de forma voluntaria y por espacio de un año se ha accedido de manera voluntaria a ello. Presentar la sexualidad como un lugar peligroso en el que el macho abusa de la mujer es dar un paso atrás en los derechos conquistados por las mujeres. Que una mujer mantenga una relación con un hombre diez o quince años mayor no es un abuso machista sobre una mujer sin capacidad de decisión. Las mujeres, opinan las autoras, no son per se víctimas en un sentido sociológico ni los hombres siempre agresores. Los gustos sexuales pertenecen a la intimidad de las personas y nadie puede juzgarlas si se llevan a cabo en la libertad individual de dos personas que en cualquier momento pueden decir no.

Tras conocerse el contenido de la denuncia de Elisa Mouliaá, Íñigo Errejón aseguró que se trataba de una denuncia falsa. Que yo recuerde, en los últimos años, unos de los lemas más pronunciados por los dos partidos que han tenido el feminismo como puntal básico, Podemos y Sumar, ha sido la de asegurar que las denuncias falsas en caso de acoso sexual o o abusos sexuales no existían, que era un invento de la ultraderecha, pero que en todo caso solo suponían el 0,001% de las presentadas. Es decir, una denuncia falsa cada varios años. Ya es casualidad que ese único caso tan excepcional haya sido el que ha incriminado a Íñigo Errejón.

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