Opinión
La protesta contra el Festival de las Linternas en el Parque del Oeste: algo más importante de lo que parece
Que el Ayuntamiento se abra a reubicar la iniciativa navideña lejos del pulmón del distrito se debe, en parte, a un movimiento vecinal modélico, perseverante e inteligente

Una de las protestas en el Parque del Oeste / Lidia Carmona
El alcalde, Francisco de la Torre, se ha pronunciado por primera vez sobre el Festival de las Linternas para abrir la posibilidad de su reubicación, lejos de su controvertido emplazamiento en el Parque del Oeste. Magnífica noticia, desde luego: primero, porque supone el regreso de la sensatez en un asunto, el de reservar para el ámbito privado y su lógica económica un espacio público, pulmón y corazón de una zona, la Oeste, no sobrada precisamente de pulmones y corazones; segundo, porque demuestra que la movilización ciudadana, aunque parezca una cosa demodé, casi pueril, en estos tiempos de cinismo y resabiados pragmáticos, puede seguir funcionando. Porque, a veces, demasiadas, uno cae en la tentación de conformarse, de dejarse llevar por esa deriva según la cual los poderes (políticos, económicos) parecen dictarlo todo con sus estrategias y sus objetivos, desentendiéndose del que debería ser el gran poder, el supremo, el de la gente.
Pero no vale alzar la voz de cualquier manera. Las causas pueden ser las más justas del mundo que si no se comunican de cierta manera, si no se exponen de un modo concreto, pueden quedar reducidas a trivialidades. El movimiento vecinal surgido en apoyo del Parque del Oeste ha sido, en este sentido, modélico, por varias razones: ha explicado sus razones claramente, aportando siempre datos, vídeos y todo tipo de documentos, además de los testimonios personales, para aquilatar sus objetivos; también ha driblado la cuestión ideológica, que muchas veces acaba desvirtuando y poniendo bajo sospecha para algunos el origen y necesidad de la protesta; no se ha dejado llevar por los golpes bajos y destemplados de ciertos sectores del Gobierno municipal y ha respondido siempre con tino y tranquilidad; y, fundamentalmente, está siendo una movilización constante, que no ha buscado una gran manifestación para atraer los flashes sino que ha ido desarrollando una oposición social perseverante, sin pausa. Enhorabuena, por tanto, a sus responsables, por la tenacidad en unos tiempos, insisto, en los que lo fácil es sumirse plácidamente en un desánimo que parece irremisible y bajar las manos ante los atropellos habituales.
Cifras
Pero, claro, ahora llega el momento del texto en que, reconociendo lo anterior, nos bajamos un poco del burro del qué bonito es el power to the people y asumimos que no estaría escribiendo nada de esto si el Festival de las Linternas estuviera arrojando cifras de éxito. Si cada tarde una multitud se acercara al Parque del Oeste para contemplar el show de Ximénez Entertainment y Lantern Group, habría dado igual la naturaleza y calidad del movimiento vecinal en su contra; Francisco de la Torre o cualquiera de sus acólitos esgrimiría unas estadísticas positivas para justificar la conveniencia de la ubicación de la iniciativa en el espacio. La lógica económica se impondría sobre cualquier otra, como lo hace siempre, aplastando, aniquilando cualquier otro tipo de razón.
Hace algo más de un mes, a principios de noviembre, escribí un artículo en que relaté cómo mi hijo, Nicolás, y yo solemos pasear por el Parque del Oeste un par de veces a la semana. Nos encanta dar de comer lechuga a los cisnes, carpas, tortugas y patos. Nico (tiene 7 años) hasta les ha puesto nombres a los animales y se ha inventado todo un juego alrededor del hecho, imaginándonos como los empleados de una empresa de servicio de comida a domicilio pero "sólo para criaturas marinas". Cada uno de los que habitamos el Parque del Oeste por unos minutos cada dia o cada semana o cada mes no vivimos cosas extraordinarias pero sí cosas extraordinariamente importantes para nosotros, como la que acabo de compartir. Y esas cosas son las que se nos están arrebatando estos cinco meses para algo que no ha pedido nadie (digamos que no había un clamor social en Málaga para que se organizara aquí un festival de linternas), arrogándose el Ayuntamiento la propiedad de un espacio que no es suyo, sino de todos, sin consultar y quizás seguros de que los ciudadanos tragarían una vez más. Pues no lo han hecho, y todos deberíamos alegrarnos por ello.
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