Opinión | De lo que hablamos los jóvenes

Intimar en tiempos de inmediatez

Lo importante es tener opciones, no quiénes sean. Deseamos sentirnos amados en el momento presente, independientemente de quién sea el amante

Las relaciones interpersonales han cambiado por el contexto en el que vivimos, ciertamente diferente al que vivieron nuestros padres y sus padres antes que ellos. Actualmente las relaciones entre los jóvenes, las formas en las que interactuamos los unos con los otros, están obstaculizadas por tres grandes nudos entretejidos.

El primero de ellos sería la gran cantidad de estímulos que manejamos a diario. No hace falta más que abrir Instagram, Twitter o TikTok para ser bombardeados con vídeos y memes, emociones concretas en las que podemos invertir horas o días. Asimismo y de acuerdo con investigaciones de comportamiento en redes sociales, un usuario de TikTok esperaría entre 6 y 10 segundos por vídeo antes de deslizar al siguiente. Puedes hacer los cálculos. Necesitamos ser constantemente estimulados por agentes externos.

Los estímulos de las redes sociales son inmediatos y, por ello, nos enganchan. Lo que hacemos es desear, buscar la satisfacción instantánea, que se ve cubierta durante el tiempo de asimilación del nuevo estímulo. Esto lo podemos llevar a cualquier ámbito de la vida. ¿Para qué voy a esperar los cinco segundos que quedan para terminar una canción si puedo pasar a la siguiente? ¿Para qué voy a escribir palabras enteras por mensaje si las puedo abreviar? ¿Para qué vamos a cuidar una relación si no recibimos sus frutos de inmediato? Estamos desacostumbrados a esperar. Por ello, los vínculos que creamos no suelen durar mucho. Porque buscamos consuelo en la cantidad y en la rapidez del cambio.

Y hablando de cantidad. Tenemos tantas opciones a la hora de conocer a gente que no importa a quién conozcamos. Cuanto más superficiales y abundantes sean las relaciones menos importa la inestabilidad en ellas. No hay que trabajar para que funcionen pues son satisfactorias de inmediato, aunque no a largo plazo. Lo importante es tener opciones, no quiénes sean. Deseamos sentirnos amados en el momento presente, independientemente de quién sea el amante.

Cuando notamos que la relación comienza a asentarse el estímulo se asimila y es ahí cuando podemos decir no. Es una negación sin repercusiones. No hay pérdidas porque no hay vínculo. Nunca llegaremos a considerar aceptable una relación porque nos negamos a profundizar en ella. Se rompe antes de que empiece a exigir demasiado y buscamos otra justo después que no involucre, por su corto periodo de vida, cuidados ni acuerdos.

Sin embargo, para establecer una relación interpersonal profunda tenemos que mirar más allá de la foto de Instagram, cosa que parece complicada. Debemos confiar. Y este es un gran problema, porque toda la estructura social se basa en un juego del que podemos salir en cualquier momento sin importar cómo esto le pueda afectar al otro. Las relaciones enraízan hacia lo profundo al ser capaces de mostrarnos vulnerables, al exponernos ante los otros como humanos, merecedores de ser cuidados. Porque sin vulnerabilidad no hay intimidad, y es esta última la que permite que existan dichos cuidados. La intimidad crea un espacio para sostener el cuerpo ajeno, que es un salvavidas en un mundo violentado por el egoísmo del yo.

Es por eso que tantas personas, sobre todo jóvenes, se sienten solas aunque estén rodeadas de gente que les quiere, porque parece que sólo cuando encuentren una relación romántica podrán ser dignos de intimar. Y encontrarla, a día de hoy, no es tarea sencilla.

Últimamente he estado pensando en cuánta intimidad ofrezco a la hora de relacionarme con los demás. ¿Cuánto tiempo miro a los ojos de la persona que me está hablando? ¿Cuántos abrazos ofrezco a conocidos, a compañeros de clase? ¿Cuántos besos doy? ¿A cuántas personas les digo te amo antes de acostarme? En nuestra sociedad actual, estos números son alarmantemente bajos. Nadie nos mira por más de cinco segundos consecutivos. Estamos acabando con la intimidad en nuestras relaciones al cerrarnos en canal por miedo a ser heridos. Es coherente en nuestro contexto, pero me parece muy triste.

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