Opinión

Venancio Rodríguez Sanz

Carta al director

Un propósito para vivir

León Tolstói era conde, dueño de vastas propiedades y uno de los hombres más ricos de su país. Su genio literario lo convirtió en una celebridad mundial. Reverenciado por su habilidad para capturar la profundidad de la experiencia humana. A los 50 años, una oscuridad comenzó a consumirlo. Su tristeza crecía día a día sin razón aparente. Reflexionando sobre su situación, escribió: «El dinero no es nada, el poder no es nada». Había enfermos llenos de ganas de vivir y gente sana que se marchitaba angustiada por el miedo a sufrir. Buscando respuestas, Tolstói se adentró en una lucha interna que lo llevó a cuestionar el propósito de su vida y el sistema de valores de la sociedad. Un día, mientras caminaba por un parque, se encontró con un huérfano. La miseria y el abandono del niño lo conmovieron profundamente. Sin pensarlo dos veces, se lo llevó a su casa y lo cuidó. Por primera vez en años, Tolstói experimentó paz interior: en ese acto de compasión descubrió algo que su riqueza nunca le había dado: un propósito. A partir de ese momento decidió renunciar a todos sus lujos y privilegios. Cuando alguien cuestionó su estilo de vida, preguntándole por qué dedicaba tanto esfuerzo a los demás, Tolstói respondió con una de sus frases más memorables: «Si sientes dolor estás vivo, pero si sientes el dolor de los demás, eres humano». Tolstói también fue un defensor temprano de la no violencia. Predicaba la fraternidad entre los pueblos y la necesidad de vivir una vida coherente con los principios espirituales. En sus propias palabras decía: «No me hables de religión, de caridad, de amor. Muéstrame tu religión en tus acciones». En un mundo que valora lo material por encima de lo humano, su ejemplo desafía nuestras prioridades.

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