Opinión | Tribuna
Muy bien y bastante mal
No hay año, por malo que parezca, que merezca olvidarse del todo, ni año, por bueno que creamos que ha sido, que debamos poner en un altar
Nunca sé, cuando llegan estas fechas agónicas, con diciembre a punto de morir, si el año fue fantástico, si fue normal, si fue espantoso en algún sentido. Fue, seguramente, todo a la vez, todo mezclado, inseparables las partes sublimes de las horribles, porque quizás unas se siguieron natural y misteriosamente de las otras. Quizás todos los años son buenos y malos, aunque decir esto es de imbéciles, porque hay muchísima gente para la que 2024 ha sido un espanto, el horror nunca visto. La afirmación sigue siendo estúpida para aquella otra gente que no se cree la suerte que ha tenido, lo bien que lo ha pasado, las grandes noticias que ha recibido, la salud de la que ha disfrutado, lo poco que la han rozado los problemas de los demás. Pero a veces no puedes sino conformarse con la estupidez, y desde ahí seguir diciendo que siempre habrá algo que salvar y algo que olvidar rápidamente de cualquiera de los años. Después de todo, incorporaron aciertos y errores, satisfacciones y arrepentimientos. No hay año, por malo que parezca, que merezca olvidarse del todo, ni año, por bueno que creamos que ha sido, que debamos poner en un altar.
Es una pena no ver las cosas, en cada momento, tal y como vamos a percibirlas a la vuelta del tiempo. En frío, echaremos cuentas y nos diremos que unos días estuvimos satisfechos con nuestra vida y otros no tanto. En los peores momentos nos hubiese gustado ser otros, y en los mejores ser exactamente nosotros. La vida es eso: bien, y después mal, o al revés. Los días se caracterizan por la búsqueda de buenos momentos y el hallazgo, a menudo sin querer, de algunos problemas, ante los que componemos una solución, hasta que conquistamos un período de calma, víspera de nuevos apuros y después nuevos regocijos. No interesa confiarse cuando la realidad deja de ofrecer resistencia. Hace unas semanas me encontré a Alfredo Conde, me preguntó que tal me encontraba, le dije que muy bien. Gruñó y me lanzó un aviso: «García Sabell decía que la salud es un estado transitorio del que no cabe esperar nada bueno».
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