Opinión | Lectores

Cartas al director

'El fenómeno de los elfos traviesos: un castigo autoimpuesto', por Enrique Cibantos García

No sabemos quién tuvo la brillante idea de convertir la Navidad en un reality show diario protagonizado por muñecos de plástico, pero es evidente que esa persona tenía demasiado tiempo libre y ninguna experiencia real con niños. Porque, seamos sinceros, cuando eres padre, tu idea de ‘diversión matutina’ es conseguir que nadie derrame el tazón de leche antes de las 7.00 a. m., no montar una escena con un elfo haciendo paracaidismo desde la lámpara. El concepto de estos elfos es tan absurdo como exigente: cada noche, mientras decides entre dormir o llorar en silencio, se supone que debes dedicarte a imaginar las locuras que hará un ser inanimado para ‘entretener’ a tu hijo al día siguiente. Nada dice que el ‘espíritu navideño’ sea disfrazar a un muñeco de Darth Vader con papel higiénico mientras luchas contra el agotamiento. En serio, padres de Instagram, ¿qué os pasa? La vida real no incluye guiones creativos ni accesorios para figuritas. Los niños son torbellinos de energía que ya están suficientemente entretenidos transformando un zapato en coche de carreras o usando un calcetín como sombrero para el gato. Añadir un elfo que ‘mágicamente’ volcó la bolsa de harina no solo es innecesario, sino una receta para que termines limpiando desastres que nadie pidió. Vamos, que los elfos traviesos son un invento de alguien que no ha lidiado con la realidad de ser padre. Para el próximo diciembre, propongo una revolución navideña: los elfos se quedan en su caja, los niños juegan con una caja de cartón (que es lo que realmente quieren), y nosotros conseguimos la verdadera magia de las fiestas: cinco minutos de paz y un café caliente.

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