Opinión | 725 palabras
Nada nuevo bajo el sol
Aceptar a estas alturas de la vida y de la muerte que ya todo ha sido pensado y dicho, se me antoja que es como morir un poco, o un mucho
Pues eso, imprescindible leyente, que a poco más de ciento sesenta horas de la llegada del nuevo año nihil novum sub sole, que dijo el rey Salomón, y que yo presupongo que fue el resultado de un pronto con aspiraciones de eternidad. Y es desde este otero, siendo aún muy joven, infinitamente más joven que ahora, que ya es decir, que intermitentemente vengo reiterando mi desacuerdo con el rey sabio, que cuenta la historia que lo fue, pero que quizá no lo fue tanto. En este sentido si apostáramos por fisgar un pelín en los tiempos que nos precedieron, en demasiadas ocasiones, quizá en todas, nos encontraríamos con que las pseudosabidurías contrahechas de los responsables del pensamiento político de nuestros días no son más que el objeto de sesudos análisis partidistas condicionados a favor de los vientos portantes de cada cual, que, en su origen fueron pensados y repensados para hacer ruido a favor de sí mismos y, al mismo tiempo, en contra todas aquellas tribus que hacen exactamente y constantemente igual que ellos mismos. ¡Pa suicidarnos, oye...!
Aceptar a estas alturas de la vida y de la muerte que ya todo ha sido pensado y dicho, se me antoja que es como morir un poco, o un mucho, dependiendo de la perspectiva del pensante. Desde lo más profundo de mi ser me niego en redondo a que el próximo beso sea idéntico al último, me niego a que estrechar las manos en forma de saludo sea un simple vehículo para transmitir y recibir un quintal y medio de bacterias y otro de virus cada vez, me niego a que abrazar en forma de emoción sea una reminiscencia del lenguaje gestual de una familia de pacíficos primates de hace setenta millones de años, me niego a que cada ejercicio del placentero fornicio sea la enésima copia literal de aquella del primer primate al que me he referido líneas atrás. Yendo a la raíz de aquellos que supieron inculcarme que el cambio, como corresponda cada vez, es una obligación formal, me niego, por ejemplo, a releer a Machado, a Lorca, a Cervantes, a Shakespeare, a Quevedo, a Unamuno, a Lope, a Pérez Galdós, a Juan Ramón, a Becquer, a Calderón de la Barca, a Benedetti, a Verlaine, a Borges, a Victor Hugo, a Cernuda, a Baudelaire, a Éluard, a Valéry, a Neruda, a Cortázar, a Gabo, a Onetti, a Dickens, a Julio Verne ... con la misma intencionada mirada que la de la primera vez hace mil años y un día. La vida es un hermosísimo transcurrir en riguroso presente, que es el verdadero y único instante en el que moran las emociones.
Excepto en lo que concierne al perfil político y cívico del sapiens que nació para serlo, todo está por ser redescubierto, repensado, reverbalizado y reinterpretado, como parte del legado para seguir avanzando en lo que Aristóteles denominó Zoon Politikon. Zoon Politikon habla de las relaciones sociopolíticas del ser humano y del civismo como expresión de la necesidad de vivir y convivir con otros de su misma especie, objeto éste que hace tiempo que se olvidó en el quehacer rutinario del día a día de la política patria, que cada vez más es un pastiche de gachas agrias pasadas de fecha.
Cada vez con más insistencia y más inusitada soltura, el Congreso y el Senado siguen e insisten en la línea táctica de aspirar al desacuerdo, al mal estilo, a la mala educación, a la peor leche y a la más deleznable norma centrípeta del juego sucio y navajerero que ya ha pasado a formar parte de la cotidianidad política tóxica de todos los terruños patrios, unos más y otro menos, pero todos algo.
El cuerpo político, es evidente que tiene asumida su vocación, lo que implica que por más licitud que sus señorías, de arriba abajo, de abajo arriba, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha pretendan arrogarse el Eclesiastés como una novedosa novedad añadida de su gestión de siempre nunca dejará de ser una mera y gigantesca falacia, envuelta en papel de plata: El Eclesiastés lo explicita sin ambajes: «Lo que fue es lo que será. Lo que se hizo es lo que se hará. No hay nada nuevo bajo el sol», pero uno desde su esperanzada pequeñez insiste: Lo único que en la naturaleza no es cambiable es todo aquello de lo que no hemos tomado consciencia.
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