Opinión | El ojo crítico

La noche más triste del año

Las Navidades van siempre unidas, por muchos años que se cumplan, a la niñez. A las vacaciones escolares y a los Reyes Magos

En Nochevieja estamos obligados a pasarlo bien.

En Nochevieja estamos obligados a pasarlo bien. / Alberto Ortega - Europa Press

Dijo un poeta que no puede haber nada más triste en este mundo que ver todos los árboles de Navidad cortados juntos. La última noche del año estamos obligados a ser felices. Cuando eres joven tienes que salir hasta que la luz del primer día del año te haga cerrar los ojos después gritar y beber garrafón. Cuando te haces mayor, en la última noche del año, no puedes evitar pensar en los ausentes, en si tus hijos serán felices cuando tú seas el ausente y en tratar de evitar que los malos recuerdos te arruinen la noche. Las personas que están a tu lado quieren verte feliz y te gastan bromas y tu cuñado te sopla con un matasuegras en la cara pero para ser feliz sólo hace falta una cosa: no ser un envidioso. Así lo afirmó Josep Pla. Si esto es así conozco a unos cuantos y unas cuantas que nunca podrán ser felices: de manera especial durante estos días de Navidad, cuando tiende uno a hacer balance del año.

Niñez

Las Navidades van siempre unidas, por muchos años que se cumplan, a la niñez. A las vacaciones escolares y a los Reyes Magos. He soñado varias veces, en los últimos años, que regreso a mi niñez en Navidad. Pero no como el niño que fui sino como el adulto que soy ahora. Observo a mis padres y a mis hermanos. También a mí. Pero ellos no me ven. Soy como el protagonista de la película Fresas Salvajes de Ingmar Bergman, invisible en mi propio pasado.

Este año que ha terminado ha sumido en la desesperación a miles de familias de poblaciones cercanas a Valencia. Para todas ellas la noche del fin de año fue la más triste. Y quizá de sus vidas. Frente al abandono en los primeros días posteriores a la gran riada del 24 por parte de la Generalitat, los voluntarios y el esfuerzo de los vecinos por salir adelante va dejando atrás, poco a poco, el caos en el que vieron convertidas sus vidas. Sólo el paso del tiempo eliminará los restos de la Dana pero los recuerdos de aquel día permanecerán todas las noches de fin de año. Los barrios afectados enseñan sus cicatrices, muestran el rostro de la desesperación y sus horas más tristes quedarán en la memoria de sus habitantes mezclados con algunos buenos recuerdos del pasado, quizá de la niñez.

Pedir un deseo

Es imposible tratar de pedir un deseo la noche de fin de año. La experiencia nos dice que las alegrías y las penas llegan siempre sin avisar. Lo único seguro es una cierta normalidad a la espera de que ocurra alguna de la dos. Lo único que hay seguro en esta vida, se suele decir, es la muerte y los impuestos. Para lo demás no hay vacuna posible. Esa ola que te acaricia los pies cuando caminas por la orilla del mar es la misma que lo hacía cuando eras un niño. Tu mirada es distinta pero la idea es la misma porque como dijo Jorge Semprún se pierden las certidumbres pero se mantienen las ilusiones.

No puede uno evitar pensar en las Navidades de hace 80 ó 100 años, cuando en España lo único que había era miseria y hambre. Gracias al sacrificio de varias generaciones que tuvieron que pagar el precio de la vida o de la libertad, hoy día la sociedad española disfruta de una calidad de vida nunca antes conocida. Observo con curiosidad a esos jóvenes sentados en las terrazas de los bares, tomando varias consumiciones seguidas, con caros tatuajes en los brazos y móviles de alta gama, comentar su último viaje a Mali o a Tailandia mientras se quejan del precio de la vivienda. En el fondo es un éxito de los tiempos que vivimos, aunque no lo parezca.

Los errores del año anterior

Cualquier propósito que te hayas hecho el primer día de 2025 no tapará tus errores del año anterior pero el mayor de todos será tener en cuenta lo que los demás piensen de ti. Retomando a Josep Pla se puede decir que no hay nada que moleste más a un envidioso que una persona a la que no le importe lo que los demás piensen o digan de él o ella. Si cada año, cuando brindas con tus acompañantes después de las campanadas, recuerdas lo valiente y noble que eras en tu niñez nada ni nadie podrá nunca contigo. Si por el contrario te acuerdas de que siempre has sido un egoísta, has basado tu vida en el resentimiento y te alejaste de tus amigos cuando tuvieron problemas, ya puedes cantar todos los villancicos que quieras y tomas todas las copas de champán que puedas que tu existencia dejará este mundo sin haber dejado ninguna huella.

Cuando se lee a los clásicos griegos se constata lo poco que ha cambiado la esencia humana en los últimos 2.500 años. En las ofrendas a los dioses antes de partir a Ítaca se brindó con vino que provenía de las vides del Olimpo y se cantaron canciones como hacemos ahora cuando cambiamos de año aunque sea en la noche más triste.

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