Opinión | El adarve
La estampita de Lalachus
Es la reacción lo que da al hecho una relevancia que en sí no tiene. Presentar una denuncia es lo que magnifica un gesto que, en sí mismo, bien puede considerarse intrascendente.
![LalaChus, en las Campanadas con la estampita de la vaquilla de El Gran Prix.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/baae563d-2792-429b-9080-35054d7505d0_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
LalaChus, en las Campanadas con la estampita de la vaquilla de El Gran Prix. / l.o.
Seguí las campanadas de Nochevieja en una habitación del Hotel Mövenpick de Doha (Qatar). Dos horas antes (esa es la diferencia horaria de esa península con España) pude contemplar los espléndidos fuegos artificiales con los que la ciudad dio la bienvenida al nuevo año 2025. Ya en el hotel elegí la cadena pública, es decir la 1, para seguir la ceremonia de las 12 campanadas y comer las uvas delante de la pantalla del ordenador.
Fue en los minutos precedentes a las 12 campanadas cuando la pareja de presentadores, David Broncano y Laura Yustres (Lalachus), comenzó a hablar de los amuletos que utilizaban para atraer la suerte. Lalachus (qué poco me ha gustado leer a Fernando Savater referirse a ella en un artículo como «la tía gorda esa») mostró a la cámara una estampita con el busto del Sagrado Corazón de Jesús y la cabeza de la vaquilla del programa Gran Prix, haciendo referencia a la influencia que la televisión pública ha ejercido durante muchos años sobre la gente. Me llamó la atención la imagen pero ni por asomo se me ocurrió que, detrás de ella, se escondiera ni una pizca de odio ni de ofensa a ningún sentimiento religioso. Hay que retorcer mucho la situación para concluir que con esa imagen se pretendiese herir la sensibilidad religiosa de nadie.
Por eso me sorprendió, al llegar a España, la enorme polvareda que habían levantado esos segundos en los que mostró a la cámara la singular e irreverente estampita.
Las asociaciones ultraderechistas ‘Hazte oír’ y ‘Abogados cristianos’ han presentado una denuncia contra TV, contra su presidente y contra los presentadores por considerar esa imagen una falta de respeto al sentimiento religioso. Así se atascan los juzgados. La conferencia episcopal se ha unido a la repulsa de quienes hayan visto en ese hecho un acto de mofa a la religión católica. Un cura gallego ha convocado a sus fieles a un acto de desagravio. A mi juicio, exageraciones que han dado una relevancia al hecho de la que, en sí mismo, carecía.
Un periodista de la caverna, como es Antonio Navarro, dice (y escribe) sin ningún reparo que la idea de la estampita es de Pedro Sánchez para empezar el año con un buen lío que aleje a los ciudadanos de los problemas de fondo. ¿Qué sería de Antonio Navarro sin Pedro Sánchez?
Curiosa manía
Otra tertuliana de pro, como es Carmen Lomana, dice que se trata de una estrategia del gobierno para dividir. Esta es una curiosa manía: atribuir el deseo de provocar la división. Antes de mostrar la estampita la gente estaba ya dividida, afortunadamente, es decir que unas personas pensaban de una manera y otras de manera diferente y opuesta. La división ya está hecha. Qué manía con ese presunto deseo de dividir. No creo que la estampita aumente la división que ya existe entre el pensamiento de Carmen Lomana y el de Yolanda Díaz, por ejemplo. La empresaria leonesa califica el hecho de «provocación incendiaria». Tuve que volver a leer para comprobar que no decía innecesaria.
Vivimos en un país de tradición católica y hacemos humor sobre cuestiones de nuestra cultura, es decir, sobre lo que conocemos de primera mano. Se dice algunas veces que los humoristas no se atreven a hacer bromas sobre asuntos relacionados con el Islam. No sé si eso quiere decir que sería deseable reaccionar con estas bromas con la brutalidad desmedida que se hace en otras culturas.
Vaya por delante mi respeto a todas las personas creyentes. Reconozco su derecho a profesar la religión que consideren oportuno seguir y a manifestar su adhesión a las prácticas religiosas que conlleva. Pero no respeto alguna de las creencias. O de las prácticas que conllevan. No respeto, por ejemplo, que la iglesia haya dicho que los niños que morían sin bautizar iban al limbo, para decirnos luego que el limbo no existe. ¿Eso es respetable? ¿Es respetable que las mujeres no puedan acceder al poder en la iglesia católica basándose en el hecho de que el fundador eligió para el apostolado solo a un grupo de varones? En otra religión: ¿es respetable que se obligue a las mujeres a realizar la ablación del clítoris?, ¿es respetable que se pretenda quitar la vida a los homosexuales?, ¿es respetable, como acabo de ver en Doha, que las mujeres vayan con todo el cuerpo y el rostro cubierto, salvo dos pequeñas ranuras para que puedan ver?
Las reacciones se han multiplicado en las últimas horas y en la red social X (antes Twitter) han recuperado unas palabras del juez Joaquim Bosch en septiembre de 2024: «El delito contra sentimientos religiosos procede de las antiguas concepciones de blasfemia y herejía». Tuit que alcanzó casi medio millón de visitas y 8.000 me gusta.
Derecho de opinión
No podemos despreciar ni reprimir el derecho de opinión. Creo que, en la exhibición de la estampita, no hubo ni el menor asomo de odio a la fe católica y a las costumbres sino un pequeño toque de humor que bien puede asumirse en un contexto festivo. Estoy seguro de que muchos creyentes católicos no se sintieron ofendidos en el momento de contemplar una imagen que, por cierto, he visto en otras ocasiones con la imagen del Sagrado Corazón y la cara de algunos futbolistas y cantantes.
Es la reacción lo que da al hecho una relevancia que en sí no tiene. Presentar una denuncia es lo que magnifica un gesto que, en sí mismo, bien puede considerarse intrascendente.
Está bien que invoquemos que se respeten los sentimientos religiosos, pero hay que reivindicar también el derecho de las personas a no tenerlos o no manifestarlos.
Cuántas veces se ha faltado al respeto a los agnósticos y a los ateos por considerarlos personas sin valores. He pasado una semana en Doha y, cinco veces al día, he escuchado (incluido en el aeropuerto) la invitación del almuedín a la oración sin que esa invitación me importase lo más mínimo. Lo mismo ha de decirse de los cortes de tráfico en días de procesiones. Qué decir de las exhortaciones de la jerarquía católica a través de la televisión o la celebración de misas o actos religiosos televisados.
Al parecer el Gobierno está preparando una ley para despenalizar esos hechos que fácilmente son utilizados como agresiones al sentimiento religioso. Ganaremos en libertad.
El meollo de la cuestión está en pensar que todos los demás están equivocados cuando no piensan o sienten lo que nosotros pensamos o sentimos. Pensar que la verdad y la bondad es propiedad solo de algunos y que los demás no tienen derecho a ser felices. La clave está en sentirse más felices por el simple hecho de que los demás no puedan serlo.
En uno de los libros de mi querido amigo José María Cabodevilla, sacerdote fallecido hace algunos años en Madrid, leí esta sugerente historia:
Un católico muere y se va al otro mundo. En lugar de presentarse en la puerta del cielo para recibir el consabido examen, se esconde sin ser visto porque quiere observar lo que sucede con quienes se salvan y quienes no.
De pronto llega una persona y dice:
- Señor, yo fui budista, cumplí con los precepto de mi religión y fui buena persona.
El Señor le dice:
- Pasa, te has salvado.
Luego llega una mujer que le dice:
- Señor, yo no fui creyente, pero respeté y ayudé siempre al prójimo.
- Tú también te has salvado. Adelante.
Llega una tercera persona que dice:
- Señor, yo fui islamista suní. Recé siempre en la mezquita. Respeté las normas del Corán.
- Adelante, te has salvado.
Un hombre llega a continuación y dice:
- Señor, yo fui judío porque nací en el seno de una familia judía. Cumplí con todos los preceptos de mi religión.
- Adelante, te has salvado.
El católico que sigue todo este movimiento escondido empieza a sentir un temor insuperable. ¿No se salva ningún católico? Sale de su escondite sumamente preocupado. Se presenta al Señor y le dice:
- Señor, no sé si he hecho bien. He estado escondido observando quién entra y quién no entra en el cielo Y he visto que no entra ningún católico. Estoy muy asustando. ¿Es que los católicos no se salvan?
- Sí, también se salvan, le dice Dios. Pero entran todos por detrás de aquella tapia porque, para ser completamente felices, necesitan creer que se salvan ellos solos.
Es probable que Cabodevilla no hubiese puesto ninguna objeción a aplicar su anécdota a los militantes de cualquier otro credo. Ni yo tampoco.
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