Opinión | Miel, limón & vinagre
María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno: A la reconquista del sur
El PSOE-A celebrará congreso en Granada en la tercera semana de febrero. El recinto se quedó pequeño. Nadie supo nunca que había tantos monteristas

María Jesús Montero. / E. Press
El desparpajo abre puertas. María Jesús Montero no se calla ni se corta, ni se amilana o arredra. Es la mujer del momento. Al menos para el PSOE. El PSOE andaluz estaba muerto y ella se lo va a llevar de parranda. La otrora poderosa maquinaria electoral, el socialismo del sur, llevaba tiempo gripada y sin engrasar con un líder que ha resultado poco entusiasmante, gris, bonachón y sin mordiente: Juan Espadas. María Jesús Montero, médica de 58 años, exconsejera de la Junta, exparlamentaria andaluza y ahora la mujer que desde Alfonso Guerra más poder ha acumulado, bajó el otro día de su pedestal de ministra, vicepresidenta y vicesecretaria federal del PSOE, y acudió a un acto en Sevilla para presentar sus credenciales a dirigir la secretaría regional socialista.
El PSOE-A celebrará congreso en Granada en la tercera semana de febrero. El recinto se quedó pequeño. Nadie supo nunca que había tantos monteristas. La virtud fue que las familias socialistas antaño peleadas se juntaron y hasta se hicieron selfis. Casi se desata la euforia; no se desató porque no pocos dirigentes socialistas andaluces la tenían atada y bien atada. Pero si no la euforia, sí un gran entusiasmo revitalizador estuvo presente en el convite monterista. Un chute. De partido peleado a partido peleón.
Con la llegada de María Jesús Montero Cuadrado, el PP ve que tiene el argumentario hecho: es la ministra que le va a dar privilegios fiscales a Cataluña. No, contratacan los socialistas: es solo una andaluza la que puede ocuparse de que Andalucía no salga perjudicada. Veremos. De momento, Montero llega al reino de Juanma Moreno (designado a dedo por Rajoy y que en su primer contacto con las urnas sacó un débil resultado aunque logró gobernar gracias a Vox y Ciudadanos) con un ingente trabajo por hacer: renovar el partido en provincias, alejar los recelos de algunos territorios con el hecho de que (otra vez) alguien de Sevilla dirija el partido en región tan vasta, combatir la maquinaria mediática y social del PP, lidiar con los restos del susanismo e incidir en el deterioro de servicios públicos como la Sanidad. Habiendo sido ella consejera del ramo con abundantes promesas incumplidas en su día, como el tercer hospital de Málaga, promesa ahora del PP. Aunque claro, el PP lleva gobernando siete años y no ha comenzado a erigir esa infraestructura, habiéndose comprometido a iniciarlo en la primera legislatura.
Carrera política
Para hacer pasar por radical al moderado y centrista Juanma Moreno, ella misma ha de ponerse radical y subir el diapasón de la crítica que los socialistas ejercen en Andalucía, hasta ahora inofensiva. Un ramillete de retos hasta las elecciones andaluzas de dentro de año y medio para esta cirujana que coge a un PSOE por resucitar y que ha pasado más tiempo en los despachos de gestión de hospitales que en los quirófanos. Separada y con dos hijas, nunca ha abandonado su domicilio en Sevilla ni ha trasladado a su familia a Madrid. Asidua del AVE, le van las tradiciones andaluzas, Feria incluida; nació en Triana y es hija de profesores de colegio público. Militó en el comunismo en sus tiempos juveniles aunque también fue activa en organizaciones cristianas de base. Alguna vez ha hablado de esa contradicción si es que lo es. Si es que lo es para ella. Cuando se casó dio importancia a que su boda fuera cristiana, algo con lo que transigió su cónyuge, ateo y mucho más escorado a la izquierda. El gran giro en su vida fue cuando la llamó Sánchez y cuando más tarde fue nombrada vicepresidenta del Gobierno. No falta quien le atribuía ambiciones sucesorias ni quien ha recordado que en aquellos días de la célebre reflexión de Pedro Sánchez sobre si continuar o no, ella asomara la patita como posible recambio del todopoderoso (en el partido) presidente del Gobierno. Sánchez la envía a la batalla de Andalucía igual que ha mandado a otros ministros a contiendas autonómicas: Óscar López a Madrid, Pilar Alegría a Aragón y Diana Morant a Valencia. Un Consejo de Ministros lleno de interinos pendientes de que se convoquen elecciones en sus territorios. Montero quiere reconquistar Andalucía no como una Isabel la Católica que hubiera prometido no cambiarse de camisa hasta lograrlo y sí como alguien que se apresta a ponerse el mono de faena, el atuendo de vicepresidenta, el traje de faralaes y la indumentaria de candidata. Todo a la vez. Frente a unos Boabdiles disfrazados de andalucistas, fuertes, levantiscos, poderosos y con las lanzas en alto. Por la mañana pensando en lo que exigen Oriol Junqueras y Puigdemont y por la tarde elucubrando en cómo ganar a Juanma Moreno. Sin que parezca agobiada.
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