Opinión | De lo que hablamos los jóvenes
El tiempo que queda

Es comprensible que necesitemos un descanso. Tumbarnos en la cama y asimilar que ha terminado otro día / l.o.
Hay quien dice que el tiempo es lo único que tenemos, que es oro, que no podemos perderlo. Pero, ¿qué significa esto, exactamente? Es curioso que hayamos asociado el hecho de aprovechar el tiempo con trabajar lo máximo posible. Trabajar, entendiendo esto como la realización de una actividad laboral o un estudio para futuras actividades laborales, es importante. Es necesario en gran parte pero existe una clara prioridad hacia estos deberes, tanto en tiempo como en importancia.
Tiempo libre
Después está el tiempo libre. Que de libre tiene poco, si acaso entendemos ‘libre’ como descanso y evasión. Existe la creencia de que el tiempo libre es secundario, superfluo, que no evoca trabajo alguno y no debe interferir en las prioridades principales. Sin embargo, hay muchas cosas a las que debemos dedicarles tiempo a lo largo del día y que nada tienen que ver con lo laboral. Hablamos, por un lado, de los cuidados de la vivienda, la limpieza de la ropa, la higiene personal, la compra y la preparación de la comida. Por otro lado, el trabajo personal, la gestión emocional, la gestión de problemas, las conversaciones incómodas, la gestión del futuro y la gestión del estrés y la ansiedad, entre otros. Ninguna de ellas es una tarea fácil.
Cumplir cualquiera de estas funciones no significa descansar, ni mucho menos perder el tiempo. Según la RAE (Real Academia Española) trabajar vendría a definirse como «ocuparse de cualquier actividad física o intelectual» o «intentar conseguir algo, generalmente con esfuerzo». Por ende, trabajar no es tan sólo aquello con lo que uno gana dinero o la formación previa para ganarlo.
Amar
Ahora bien, a medida que avanza el día, ¿de dónde podemos sacar tiempo para amar si nos estamos quedando sin tiempo? ¿Dónde quedan los cuidados propios, el ocio? Las duchas largas en las que el baño se llenaba de vaho. ¿Y las tardes sin tocar el móvil? Tomar el sol. Jugar en la calle. Y luego dicen que sienten envidia de los niños, que son más felices. ¿Y dónde queda amar a los demás? No podemos olvidarnos de que creamos relaciones y que también requieren tiempo, necesitan ser cuidadas, escuchadas y atendidas. Una conversación banal y un ‘buenas noches’ antes de acostarse no sirven. Se necesita tiempo para cuidar y el amor parece no tener cabida en una sociedad súper productora.
Siendo todo esto así, es comprensible que necesitemos un descanso. Tumbarnos en la cama y asimilar que ha terminado otro día. Ver una serie para no pensar en que sólo somos física y/o mentalmente capaces de ver una serie. Esperar a que sea la hora de dormir. Esto tala el ánimo y se ve claramente en los estudiantes. «Quiero acabar cuanto antes para quitármelo de encima». «No disfruto de lo que estudio». «Aprobar es mi única fuente de orgullo». «Ya no tengo ilusión por esto».
Tenemos el cuerpo saturado debido a un cansancio excesivo que genera una necesidad de descanso concreto. Y aún así nos forzamos a seguir produciendo, a estudiar cansados. Nos obligamos a llevarnos a un límite que muy fácilmente puede convertirse en el objetivo. Si no acabo saturada parece que no lo he hecho lo suficientemente bien. Porque podría hacer más, podría memorizar un poco más, quemarme un poco más. Obtendremos validación sólo si damos el cien por cien de nosotros mismos para conseguir las mejores puntuaciones lo antes posible, sin que nadie se dé cuenta de todo el resto de cosas que trabajamos, gestionamos y cuidamos a lo largo del día. Porque estudiar no es mi única responsabilidad.
Horarios cuestionables
Y es que estamos hablando de jóvenes que o bien se pasan el día hincando los codos o bien trabajan una media de siete horas diarias, sean o no estudiantes, con horarios cuestionables. «Disfruta de la mejor etapa de tu vida», dicen. Ahora es el único momento en el resto de nuestra vida en el que tenemos las ganas, la energía y quizá el sueldo. Pero ¡qué tristeza que vivimos en un mundo demasiado productivo, se nos culpa por querer sentir! Ya no tenemos ilusión por las cosas que hacemos porque sólo importa que las sigamos haciendo. Nos hemos resignado.
No sé si podemos cambiar esto, lo veo demasiado arraigado en nuestra forma de actuar como sociedad. Sin embargo, podemos tenerlo en cuenta a la hora de realizar las pequeñas cosas del día a día. Podemos respetar los horarios de comida y saborearla, descansar antes de saturarnos, prestar más atención a nuestro alrededor, hacer más trabajo interno e incluso quizá amar mejor. Podemos aprender a priorizar las cosas importantes por encima de las urgentes y, poco a poco, respirar más despacio.
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