Opinión | Viento fresco
El ascensor roto
Lo advierte una nota en la puerta. No llega a ser un cartel y no es una admonición seria o grave. Es parca. Directa, sin rodeos: roto. A ver qué hago.

Imagen del ascensor averiado. / l.o.
«El ascensor está roto» dice un cartel escrito a mano. Es un texto escueto. No hay imaginación adjetivadora. No está estropeado ni fuera de servicio el ascensor. Está roto. Se ha roto, suelen exclamar los niños pequeños cuando algo no funciona. No sé quién habrá sido el autor o autora de la advertencia. Tal vez notó que dicho ascensor no funcionaba, logró salir, subió por las escaleras, buscó un papel en su casa, un boli y escribió la nota. Nota que si fuera más grande podría ser calificada de ‘cartel’. Pero es más pequeño. Más grande que una nota, que un post it, sí es.
No es una admonición rotunda, del tipo: ni se le ocurra coger el ascensor. No. Es una noticia de corto titular. Esa son las mejores. Las que se puede en una frase simple y eficaz resumir todo. Por ejemplo: ‘ha muerto el Papa’ es un titular eficacísimo. No hay lugar a equívocos y cabe la mar de bien. Dios no lo quiera. Pero si dos galeses que no se conocen se despeñan al mismo tiempo por dos barrancos de una misma ciudad y uno estaba enfermo y el otro poseía tres hoteles, ya la cosa es más difícil de englobar en una frase sencilla.
Con todo esto, llevo ya delante de la puerta del ascensor unos diez minutos. Estoy tentado de escribir, queda espacio en la nota grande, cartel pequeño, «cuándo lo arreglan», pero no sé si los destinatarios de tal pregunta podrían contestar. El portero no está. O no me ha parecido verlo en el portal. A lo mejor no lo veo porque nunca ha habido, lo cual es un detalle importante. En este edificio no se puede pronunciar la frase «coméntaselo al portero». Tampoco mucho el «buenos días».
¿Y si es una "fake news"? O sea, y si el ascensor funciona perfectamente y la nota o cartel es obra de un cachondo o bromista. Vaya usted a saber. No, no vaya, que tendrá que ir por las escaleras.
Vivo en un cuarto piso y no sé si arriesgarme a entrar en el ascensor y probar si funciona. Pero tengo un poco de claustrofobia. Me encamino. Subo jadeante al primer piso. Luego al segundo. En la puerta del ascensor hay una nota, casi un cartel. Con letra clara: «El ascensor funciona».
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