Opinión | 360 grados

Trump provoca una revolución en la acción exterior de EEUU

Es difícil saber qué va a ser de USAID.

Es difícil saber qué va a ser de USAID. / AP

Al parecer dispuesto a poner no sólo al mundo, sino a su propio país patas arriba, el presidente Donald Trump ha provocado una revolución en la acción exterior de su país y suscitado con ella la ira del Partido Demócrata.

No me refiero a su delirante idea de vaciar Gaza de palestinos para construir a orillas del Mediterráneo un complejo turístico para millonarios con total desprecio de los derechos humanos y del derecho internacional.

Hablo de su decisión de desmantelar USAID, la agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional, en la que muchos en aquel país ven sólo una tapadera de la CIA.

Sin sutilezas

Trump ha demostrado más de una vez que no es hombre de sutilezas, y pretende colocar esa agencia, sólo supuestamente independiente del Gobierno, a las órdenes del Departamento de Estado de Marco Rubio.

Sin USAID o la Fundación Nacional para la Democracia no se entienden las llamadas ‘revoluciones de colores’ en los países de la desaparecida Unión Soviética o los intentos de cambio de régimen también en otros continentes.

Ese utilísimo instrumento de la acción exterior de EEUU ha servido, entre otras cosas, para financiar organizaciones no gubernamentales, acciones culturales y medios de comunicación de países tanto del este de Europa como del ‘Sur global’.

Es lo que los anglosajones llaman ‘soft power’ o ‘poder blando’, es decir, la capacidad de un actor político para influir a través de medios culturales o ideológicos en las decisiones de otros países y siempre en beneficio propio.

Ya durante la Guerra Fría, EEUU recurrió a ese tipo de instrumentos. Por ejemplo con la creación en los años 50 del anticomunista Congreso para la Libertad de la Cultura o de la revista Encounter, financiados por la CIA como se descubriría años más tarde (1).

CIA

La CIA sufrió otro duro golpe cuando se hizo público que había financiado en Pakistán una falsa campaña de vacunación a fin de descubrir gracias a las muestras de ADN el paradero en ese país del terrorista Osaba bin Laden.

Algo que originó un escándalo internacional y obligaría a Washington a utilizar en adelante agencias sólo en apariencia independientes del Gobierno para promover sus intereses y abrir países antes cerrados a su penetración ideológica, disfrazada siempre de ayuda exterior.

Ahora el presidente Trump, alentado por su asesor en la lucha contra la burocracia y el despilfarro del dinero público, Elon Musk, ha decidido poner en la calle a miles de empleados de USAID con el argumento de que era sólo un pozo de corrupción.

Los demócratas han puesto el grito en el cielo tras intentar prohibirle al equipo de Musk el acceso a los documentos internos de la agencia, lo que hizo sospechar a los segundos que sus hasta ahora responsables tenían cosas que ocultar.

Es difícil saber qué va a ser de USAID. La única certeza es que pasará a depender directamente del Departamento de Estado, que dirige Marco Rubio y que con seguridad no seguirá promoviendo fuera la agenda feminista o la ideología ‘woke’, tan denostada por Trump y los suyos.

(1) El mejor libro que trata de ese tema es el titulado ‘La CIA y la Guerra Fría Cultural’, de Frances Stonor Saunders. Ed. Debate, 2013

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