La maldad y el poder

Quizá algunos de los problemas que estamos observando en las sociedades actuales sean devenidos por nuestra falta de interés en cómo funciona el poder, concretamente el poder político. La política, en su esencia, debería ser un instrumento para el bien común, un elemento que permita a las sociedades avanzar hacia el bienestar y la justicia, teniendo como objetivo el progreso y la equidad social.

Sin embargo, la historia nos muestra un sinfín de modelos en los que el egoísmo, el afán por tenerlo todo y por qué no la maldad, se infiltran en lo más hondo del poder político. Ahora, este concepto de maldad, o de egoísmo si se prefiere, viene enmarcado en la figura de Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos.

En su figura estamos viendo expresados todos los defectos que una figura política y con poder puede tener. El presidente americano está ejerciendo el poder sin control y mirando simplemente por lo que a él le conviene, un claro ejemplo de egoísmo llevado al máximo nivel. Pero él no es un fenómeno aislado, los partidos de ultraderecha, así como los partidos radicales, se están haciendo con el poder en toda Europa, y por supuesto, en América. Trump muestra un desprecio radical por todo aquello que va en contra de sus ideas y usa la extorsión y la amenaza como formas de negociación. Esto solo nos muestra su naturaleza egoísta y cruel. Esto no es algo inocuo, intrascendente o pasajero. esto ya ha pasado y sabemos cómo acabó.

Estos discursos de odio que se escuchan hoy en día de la mano de figuras políticas de primer nivel no son más que la vuelta a un momento histórico que creíamos superado. Hay que echar muy poco la vista atrás para encontrarse de con los estragos humanitarios que la Segunda Guerra Mundial nos dejó. Pareciera que lo hemos olvidado, que ya no tenemos conciencia de que puede volver a pasar, y es esa inconsciencia la que está trayendo esta nube negra de ultraderecha que tenemos encima.

Creo que es hora de que nos examinemos y veamos que hemos dejado a un lado nuestros deberes como ciudadanos, hemos dejado la sociedad en manos de los políticos y ellos solo miran por ellos. Es por eso que la maldad política es tan grave porque repercute en todos los ciudadanos, en todo el mundo.

Creo en el sentimiento de humanidad que ha protegido a Europa desde la Segunda Guerra mundial, creo que todos somos iguales, creo en proteger los derechos de las minorías, y creo que la libertad y la paz son las máximas a la que aspirar.