Opinión | Tribuna

¡No al rascasalud del ‘mago’!

El problema en este caso no es el arquitecto proyectista, ni la calidad del edificio, ni siquiera su altura; el problema es su ubicación en uno de los corazones y pulmones de la ciudad

Infografía de la propuesta de Chipperfield para la Torre del Puerto

Infografía de la propuesta de Chipperfield para la Torre del Puerto / L.O

El 26 de enero de 2021 fue publicado en La Opinión de Málaga mi artículo titulado ‘No al rascasalud en el dique de levante’, cuya conclusión era mi firme oposición a la construcción en esa ubicación del rascacielos proyectado por Pepe Seguí. Hoy, cuatro años y muchas olas y mareas más tarde, y tras la salida de Pepe Seguí del proyecto, el debate sigue abierto con la aparición de la nueva propuesta de David Chipperfield, que hasta la fecha solo han mostrado en parte. Sí han anticipado que el rascacielos tendrá 144 metros de altura (27 metros más que la última versión de Seguí) y que plantea ampliar las plazas del anterior centro de convenciones y la superficie a reordenar. Aunque no conocemos todavía el proyecto definitivo, creo que los datos adelantados son suficientes para emitir mi opinión sobre el asunto.

Premio Pritzker 2023

Es indudable la enorme categoría de David Chipperfield como arquitecto, avalada por múltiples magníficos edificios construidos por todo el mundo y por su reciente Premio Pritzker 2023. El problema en este caso no es el arquitecto proyectista, ni la calidad del edificio (que se da por supuesta, aunque habrá que corroborarla al conocer el proyecto), ni siquiera su altura (ya puestos, 117, 135 o 144 metros, están en la horquilla entre 100 y 150 metros del escalafón de los rascacielos modestos); el problema es su ubicación en uno de los corazones y pulmones de la ciudad. Tras la salida de Pepe Seguí, los promotores han iniciado una huida hacia delante y han convocado a un ‘mago’ de la arquitectura para intentar hacernos un truco: «Nada por aquí, nada por allá… Magia potagia ¡¡Tachán, tachán!!» Y de repente sacan un conejo de dentro de la chistera…, o un rascacielos de debajo del agua. Haber recurrido en este caso al maestro David Chipperfield, cuyo nombre casualmente solo se diferencia del de su homónimo el mago David Copperfield en ‘un Chi’, es un fantástico y antiguo truco de magia urbanística con el que ganar la partida distrayendo nuestra atención del verdadero problema.

Más allá de las supuestas bondades de la propuesta, defendidas en otros medios por sus partidarios (modernidad, más plazas hoteleras de calidad, plazas para convenciones, inversión, puestos de trabajo…), todas rebatibles con argumentos válidos contrapuestos (sostenibilidad, exceso de plazas hoteleras en la ciudad, capacidad del gran auditorio ya previsto y en trámite, …), y la posibilidad de que el edificio se quede interruptus en estructura sine die, el problema real es que la propuesta Chipperfield en esa ubicación afectaría a la SALUD de los malagueños y visitantes de nuestra ciudad, siendo de plena aplicación las consideraciones recogidas en mi anterior escrito, que reproduzco en parte,:

Recreo

Desde que vivo en Málaga, casi toda mi vida, el paseo marítimo y su extensión en el morro y el resto del puerto, son ‘el sitio de mi recreo’: no solo donde hago deporte, me baño o paseo, sino lo que es más importante, mi clínica de reparación tras una noche movida, y mi consulta del psicólogo y hasta del psiquiatra. Al estar Málaga sitiada por montañas y por muchos edificios construidos sin demasiado orden (Malaguetanhattan y otros), y no disponer de grandes zonas verdes, la línea del horizonte vacío del mar, unida a la brisa de poniente o levante, siempre me han transmitido muchísima paz y me han aclarado las ideas, actuando como una válvula de escape de la presión diaria y evitándome males físicos y mentales mayores. Me atrevería a decir que para mí y para muchos otros malagueños esos paseos han tenido y tienen un carácter terapéutico, y que el paseo marítimo y el puerto son nuestro hospital psiquiátrico natural y sostenible.

La edificación de ese rascacielos en ese emplazamiento, no solo rompería la paz material de ese extremo del puerto (con un permanente ajetreo de vehículos y personas), sino también la paz visual (y del resto de los sentidos) desde cualquier ‘punto de tierra’ (paseo marítimo, muelles 1 y 2, centro histórico…) y ‘de mar’ (cualquier barco que navegue cerca). Ese edificio llenaría gran parte del vacío que actualmente sirve para recargarnos las baterías, y nos restaría salud a muchos ciudadanos: más que un ‘rasca-cielos’ sería un ‘rasca-salud’.

Defensor de la modernidad

Por tanto, siguen siendo válidas las conclusiones de mi anterior escrito. La primera es que, como firme defensor de la modernidad que soy, tanto en arquitectura como en otras ramas del arte y de la vida, propongo que ese, seguro que magnífico, edificio que proyectará David Chipperfield para ese emplazamiento sea reubicado en otro punto más adecuado de la ciudad (¿en la posible ampliación hacia el puerto de Muelle Heredia o en el Puerto de San Andrés?). También que el ‘solar’ previsto para el hotel sea reordenado tras convocar un concurso internacional de ideas, en el que se prevea una gran plaza marítima que incluya un potente hito escultural -de toda la altura que sea precisa-, un tótem o una instalación tipo las de Jaume Plensa, un objeto sin edificabilidad ni aprovechamiento urbanístico, pero con aprovechamiento ciudadano y vital, que dé a esa importante entrada marítima a Málaga el carácter singular que nuestra milenaria ciudad merece.

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