Opinión | El ruido y la furia
Para pacem
Acumular armas solo servirá para incrementar el deseo de usarlas, el deseo de matar y finalmente el número de muertos

Los estados de la Unión Europea hablan ya abiertamente de la necesidad de incrementar el presupuesto en defensa / GREGORIO TORRES
Vuelve a sonar en Europa la antigua sentencia «si vis pacem, para bellum», que traducido resulta «si quieres la paz, prepárate para la guerra», atribuida erróneamente a Julio César (en realidad la frase es de Flavio Vegecio Renato, un escritor del Bajo Imperio romano). Los estados de la Unión Europea hablan ya abiertamente de la necesidad de incrementar el presupuesto en defensa, esto es, en armas y ejércitos, para intentar evitar lo que cada vez parece más inevitable, una guerra que tiene todas las trazas de hacerse mundial.
Nunca confié demasiado en esa máxima, acaso porque me fío más del viejo Homero, quien nos enseñó que «el hierro por sí solo atrae al hombre», dejando muy claro que quien tiene un arma la usará o, dicho de otra manera, que las armas no son un medio, una herramienta, sino un tentación, un acicate, una llamada. De entre todos sus ingenios, el arma es el que confiere mayor poder al ser humano, el de la muerte, lo que convierte su uso en una absoluta y terrible perversión del concepto mismo de ‘instrumento’. Un arma no sirve para nada más que para matar, y de ese modo, acumular armas solo servirá para incrementar el deseo de usarlas, el deseo de matar y finalmente el número de muertos. A eso vamos.
Donald Trump ha venido a hacer la guerra. No tiene ningún reparo en asumir el discurso falaz de Putin y criminalizar a Ucrania, acusándola de haber empezado la contienda. Es mentira, pero no importa, porque hay una ingente cantidad de desinformados que asumirán como bueno aquello que se repita en las redes sociales que controlan sus amigos, o sus amos, porque tampoco tengo claro quién manda a quién.
De modo que sí, habrá que ‘para bellum’, prepararse para la guerra, pero la gente, esas personas que, como usted y como yo, amanecen temprano, antes de clarear el día, «a su trabajo acuden y con su dinero pagan el traje que les cubre, el pan que les alimenta y el lecho donde yacen», nunca están preparadas para la guerra, aunque serán, seremos, las verdaderas, las únicas víctimas.
Ahora, mientras escribo, mientras una luz que ya quiere ser primavera se cuela por la ventana y se posa sobre la mesa como una templada esperanza, están pasando bajo la ventana unos niños camino del colegio. Me da pavor pensar en el futuro que les aguarda, el mundo que les vamos a legar, si es que sigue habiendo un mundo. «Lejos de la boca queda siempre la copa», dice una vieja frase que de vez en cuando viene a mi memoria. Pero habrá que intentarlo, acaso alguna vez nos demos cuenta, nos pongamos de acuerdo y entendamos que ‘para pacem’, prepararnos para la paz, es la única solución posible.