Opinión | CUERPO EN GUERRA

Ana Castro

Deseo de hibernación

¿Querrá hibernar para no lidiar con todas estas emociones y decisiones que hay que digerir? ¿Dormir para no sentir, para esperar ver las cosas hechas?

Antes tenía insomnio. Tiraba de mis pastillas y, venga, a esperar su efecto con los dedos cruzados. Ahora he entrado en parálisis: estoy tan sobrepasada que solo quiero dormir todo el tiempo y que llegue algún día de junio en el que todo esto haya pasado y yo... esté en otro momento vital, en otra casa, en otra vida y... ¿contenta? Pero, ¿qué se hace con el interludio entre el uno y el otro? ¿Cómo se manejan las pequeñísimas y continuas decisiones que tomamos constantemente y esta tensión que me agarrota la garganta, el pecho, y a la vez me produce un sueño atroz?

Vivo cansada, sobrepasada, exhausta de todo lo que aún no ha ocurrido: me mudo (se supone, para mejor) sin querer hacerlo a otra casa sin saber muy bien cómo llegué allí un día de tormenta. Llovía, caía agua a raudales, hacía un frío brutal y había que andar rápido, ser rápidas, tomar decisiones rápido. ¿Cómo sabe una cuál va a ser la casa de su vida? Si no hay un enamoramiento loco inicial (que es mi caso), supongo que trabajando mucho todo lo que acontece en su interior y cómo se dispone la vida en sus paredes y suelos.

Cuando llegué a esta casa en la que vivo de cuenta atrás tampoco me enamoré, le vi potencial, como a la otra, pero... Es que llevo en ella una década, la más determinante de mi vida. ¿Cómo explicar que es mi lugar en el mundo, allá donde llego y me siento a salvo al instante? En ella me ha sucedido lo peor y lo mejor y me echo las manos a la cabeza porque siento que no la estoy disfrutando íntegramente entre tanta ansiedad y tanta carga mental. Y ahora este sueño atroz que parece envolverme para no sentir. Tantas cosas por hacer y tanto cansancio y sueño en mi cabeza.

Cada nueva cita, cada presupuesto cae como una losa y tira de mí para... llamarme a acurrucarme en el sofá o en la cama y sumirme al complejo de bella durmiente. Pero no puedo. Demasiado pendiente. Y el duelo, la despedida pendiente. ¿Cómo despedirse de una casa de la que una no se quiere marchar, pero tiene que hacerlo? ¿Y cómo lidiar con ello con tanto sueño? Da igual la cantidad de estimulantes que me tome: mi cuerpo tan sólo pide dormir.

¿Querrá hibernar para no lidiar con todas estas emociones y decisiones que hay que digerir? ¿Dormir para no sentir, para esperar ver las cosas hechas? No, en realidad no es la casa la que me da sueño, soy yo queriendo escapar de este tiempo que en algún momento será un paréntesis, un viaje obligado que emprendí no sé muy bien cómo pero... por supervivencia. Cuánto se crece en los viajes, dicen ¿verdad? Me aferro a eso, aunque llega un momento en el que una se cansa de haber aprendido tanto.

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