Opinión | Primer movimiento

Como si fuera la primera vez

Desarrollar la fuerza de voluntad necesaria para cambiar ciertos hábitos es una de las mejores decisiones que podemos tomar, ya que nos permite recuperar el control de nuestra vida

El actor Bryan Cranston, en el papel de Walter White en la serie 'Breaking Bad'

El actor Bryan Cranston, en el papel de Walter White en la serie 'Breaking Bad' / L.O.

Los hábitos moldean nuestra vida mucho más de lo que imaginamos. Desde la forma en que empezamos el día hasta cómo tomamos decisiones, muchas de nuestras acciones son automáticas, guiadas por costumbres que hemos desarrollado sin darnos cuenta. Pero como todo en esta vida, nada es inamovible, ni siquiera un hábito, por muy instaurado que lo tengamos en nuestro ser. Desarrollar la fuerza de voluntad necesaria para cambiar ciertos hábitos es una de las mejores decisiones que podemos tomar, ya que nos permite recuperar el control de nuestra vida. Un día me pregunté si realmente necesitaba empaparme de noticias de actualidad política todos los días: telediario en casa, radio en el coche o los medios digitales en los tránsitos diarios. ¿Y si en vez de siete días a la semana lo hago sólo uno? Y entonces decidí que lo haría un día a la semana, y, además, de otra manera: escucharía los podcasts del diario británico ‘The Guardian’, en inglés. Al poco tiempo, estaba mucho más informado de cuestiones internacionales que antes, tan sólo dedicando un rato un día a la semana. El resto de días cambié la consulta de actualidad por leer literatura clásica, y empecé a llevar libros encima. Cambié la violencia retórica a la que estamos sometidos inconscientemente por leerme ‘Anna Karenina’. La recompensa, la razón por la que el ansia nos mete en el bucle de cualquier hábito, pasó de ser la sensación de sentirme informado (y enfadado), a disfrutar de conversaciones con mis compañeras profesoras de literatura sobre las relaciones personales en la Rusia imperial, algo sobre lo que yo nunca hubiera podido hablar si no hubiera leído ese libro de Tolstoi, que sabiamente me regaló alguien por mi cumpleaños que me conocía muy bien. Otro día me pregunté qué ocurriría si lo primero que hiciera cada mañana al despertar, no fuera mirar el teléfono, sino vivir el momento presente. Entonces, al salir de la cama, comencé a dedicar unos minutos a sentarme en una posición cómoda, y meditar, rezar o simplemente agradecer el día que comenzaba; el cual podría no estar exento de problemas, pero siempre era una nueva oportunidad. Luego también pensé que por qué tras esos minutos, tenía que desayunar con prisa y salir corriendo haciendo siempre la misma ruta al trabajo. Y empecé a levantarme antes, a veces, mucho antes. ¿Por qué la primera salida de la casa es para ir a trabajar con cierta premura? Y decidí salir de casa con el suficiente tiempo como para poder acercarme a una playa a contemplar el mar, a llegar al trabajo media hora antes para poder tocar el piano en soledad, o simplemente a recorrer con el coche el camino al trabajo haciendo una ruta mucho más larga, pasando por lugares por los que nunca pasaba, con música de fondo. No mirar el teléfono al despertar derivó en dejarlo en el salón, más tarde en dejar los grupos de WhatsApp, luego en salir de casa muchas veces sin llevarlo encima, y al final, en hacer un uso mínimo del teléfono en mi día a día. A día de hoy me sigo enterando de todo lo que necesito para vivir y dispongo de muchísimo más tiempo de calidad. Mucho antes de todo esto, hace casi quince años, un verano me pregunté qué pasaría si cambiaba la playa y el ocio por estar en silencio varios días. Y decidí hacer ejercicios espirituales. Allí, me reconocí en el silencio; creo que ya estaba en mí y no lo sabía. Además de lo meditado, contemplado u orado, me vine con lo inesperado: un análisis profundo de una serie de ficción llamada ‘Breaking Bad’, de la que desconocía su existencia. El jesuita Olaizola, responsable de los ejercicios, la empleó como herramienta para hablarnos sobre cómo las personas gestionamos el sufrimiento de diferentes maneras. Hoy puedo decir que la he visto tres veces, y cada capítulo contiene algo nuevo que aquella persona me invitó a observar en el silencio de los ejercicios. Las epifanías son así, vienen cuando menos te lo esperas, y depende de ti poner de tu parte para que ese flujo de energía fluya a través de ti o pase de largo. Creo que la clave para cambiar ciertos hábitos es ser creativo. Y para ser creativo siempre he tenido que salirme de mí, observarme desde la distancia; tratando siempre de introducir un punto de sorpresa en las rutinas, para continuar experimentando esa bella sensación de descubrimiento del niño que todos llevamos dentro cada vez que pueda. Para que, cuando me acerque una barra de pan recién hecha y la huela, observe la lluvia caer un día cualquiera o escuche el invierno de Vivaldi, trate de vivirlo como si fuera la primera vez la huelo, lo observo, o lo escucho.

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