Opinión | El trasluz

La soledad

Paisaje de un Parque Nacional.

Paisaje de un Parque Nacional. / Archivo

A veces tengo la impresión de que el mundo intenta decirme algo que no entiendo. No me refiero solo a los avatares de la vida social o política, sino y, sobre todo, a la naturaleza. Salgo a caminar por el parque y veo los árboles, los pájaros, el césped, veo las hormigas, veo el estanque con los patos, respiro el aire de las primeras horas del día, cargado de una humedad agradable, porque ha llovido durante la madrugada. Todo esto, me digo, debe de formar parte de una gramática cuya sintaxis no comprendo. Me ocurre como al enfermo de prosopagnosia, que no logra reconocer un rostro familiar debido a su dificultad para ensamblar sus partes. También como al llamado analfabeto funcional, que sabe leer de manera mecánica, pero que no entiende lo que lee. Por las noches, salgo a la terraza y observo la Luna y las estrellas y me parece escuchar en el silencio de la oscuridad la existencia de un mensaje cifrado cuyas claves ignoro. O salgo a la calle al día siguiente y el Sol acaba de manifestarse. Comienza entonces la agitación urbana: gente que toma el autobús, que entra o sale del metro, que espera ante el semáforo. Capto todo, pero no distingo el todo.

     En esto, llego a la consulta de mi terapeuta, me tumbo en el diván. Permanecemos callados. Al fin habla ella. Dice:

    -¿Alguna novedad?

    -Sí -declaro-, he descubierto que el mundo quiere decirme algo, pero me lo dice en un idioma incomprensible.

    -Ya -añade ella para animarme a continuar.

    -Sé lo que me quiere decir una novela cuando la leo, o una película, o un cuadro, incluso un cuadro abstracto, pero no tengo modo alguno de comunicarme con el mundo.

    -Eso le hará sentirse muy solo.

    -Sí -confieso-, y caigo en la cuenta, en el momento mismo de reconocerlo, de lo brutalmente solos que estamos los seres humanos frente al mundo. Fingimos entenderlo, y que nos entiende, porque resulta insoportable aceptar ese grado de soledad, pero lo cierto es que abandonamos este mundo tan perplejos como llegamos a él.

    -Quizá esa, la de la soledad, sea nuestra condición -aventura ella.

    -Quizá -concluyo y abandono la consulta y salgo de nuevo a un mundo que me grita algo indescifrable.

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