Opinión | Viento fresco

Libros y croquetas

Hay escritores desaprensivos que escriben un libro sin preocuparse de qué croquetas se servirán en la presentación

Dispositivo croquetil correcto.

Dispositivo croquetil correcto. / l.o.

Hay escritores desaprensivos que escriben un libro sin preocuparse de qué croquetas se servirán en la presentación. Hay escritores que escriben un libro solo para darse el gustazo de no invitar a determinada persona a la presentación. Las croquetas de jamón van más con la narrativa, las que llevan aroma a trufa le van al género negro y las croquetas con mucha bechamel, cargadas, pesadas, poco crujientes, son para el ensayo pedante con pretensiones, para que la gente en el cocktáil posterior a la presentación comente con la boca llena y pastosa y el estómago perjudicado cómo los chinos se van a quedar con el mercado de los coches eléctricos o como el estoicismo ha influido en la filosofía femenina actual del norte de Portugal. Sin olvidar la influencia aria en los chanquetes o el devenir de Ghana.

Las croquetas ligeras, crujiente, de apenas relleno, son propias para la poesía. Para darse versos en la boca después de darles un bocado sin que tu aliento huela a Dinamarca, a cebolla, a puerros o a sonetos decimonónicos.

Si presentas un libro de aforismos, de breves sentencias, pega mucho después que haya croquetitas mini, redondas, de esas que los cátering modernos distribuyen en las fincas donde se celebran segundas nupcias, con esos contrayentes cincuentones que meten para adentro la barriga mientras se dan el sí quiero y al otro lado del jardín corretean zangolotinos preguntando a los camareros que cuando sale la cerveza.

La relación de las croquetas con los libros es un asunto muy a tener en cuenta. Un asunto crujiente, incluso. A quien no tenga un recuerdo de las croquetas de su abuela se le asignará uno de oficio. Cuando un escritor recibe parabienes acerca de la presentación de su libro es que ha invitado a croquetas después, cosa que no es incompatible con recibir también facturas de bicarbonato o de otros brebajes coadyuvantes a hacer la digestión. La digresión, incluso.

Al amigo que presenta libro pero después no te da unas croquetas se le perdona. Se le perdona casi todo. Salvo el hecho de que le den más premios que a ti. Los buñuelos de bacalao también sirven e incluso (sobre todo en presentaciones de libros relacionados con la náutica, la mar o el espionaje mercante) las gambas con gabardina. El adobo es más basto y a veces no es pescado fresco y por eso es adobo. Muy propio para esos libros que son un simple refrito.

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