Opinión | La libreta del duque de Chantada

Emir Sulejmanovic: Siempre positivo, nunca negativo

«Ahora no hay nada, sólo árboles. Un bosque donde vivía mi familia. Una montaña y el río Drina que nos separaba de Serbia. Cuando voy a Bosnia en verano me gusta ir allí, me llama»

Emir Sulejmanovic.

Emir Sulejmanovic. / ACBPHoto

El 6 de enero de 2013 finalizaba la 33 edición del mítico torneo junior de L'Hospitalet. Allí se reunieron las grandes promesas del baloncesto europeo como Kristaps Porzingis, Mario Hezonja o Dragan Bender, pero el MVP fue para un joven bosnio con pasaporte finlandés que jugaba en Eslovenia llamado Emir Sulejmanovic. Sólo 3 días más tarde en las páginas del Mundo Deportivo el periodista y escritor serbio, Vladimir Stankovic nos descubría la dura vida del joven bosnio que ese mismo verano firmaría por el Barcelona.

El 11 de julio de 1995 los ejércitos de la República Serbia de Bosnia entraron a sangre y fuego en la localidad bosnia de Srebrenica, apoyados por paramilitares, asesinaron a unos 8.000 hombres de etnia bosnio-musulmana y expulsaron a más de 20.000 personas, la mayoría mujeres y niños, en uno de los episodios más negros de la guerra de los Balcanes. Dos días después en un bosque cercano y sobre una piedra nacía Emir. Su madre Vahdeta tenía 25 años y otro hijo de 2 años, Semir. Nedzad, su padre, estaba luchando en el frente y tardó 13 días en conocer a su segundo hijo. Sólo 5 días después, el 1 de agosto era hecho prisionero y trasladado al campo de Mitrovo Polje en Serbia donde estuvo 250 días.

Sulejmanovic recuerda esos días en una entrevista a Radio Marca Bilbao: «Ahora no hay nada, sólo árboles. Un bosque donde vivía mi familia. Una montaña y el río Drina que nos separaba de Serbia. Cuando voy a Bosnia en verano me gusta ir allí, me llama». Nació entre gritos y bombas de manera milagrosa y salió de allí gracias a la Cruz Roja. «Queríamos ir a Alemania, donde estaba un hermano de mi padre, pero no aceptaban refugiados. Las opciones eran Estados Unidos, Australia o Finlandia y elegimos esta última por la cercanía a Bosnia». Una vez liberado su padre, meses después de acabar la guerra, la familia se reunió en el país nórdico, aunque poco después moriría su madre de manera repentina.

A los 10 años comenzó a jugar al baloncesto y en europeo 2011 de división B, en Macedonia, el jefe de ojeadores de Olimpia Liubliana Dragan Janjic, se fijó en él. «Me costó 40 euros que el recepcionista del hotel me dejara subir a la habitación de Emir y cuando le vi le dije: ‘Lo único que te pido es el teléfono de tu padre’» le comentaba a Stankovic. El resto es historia conocida. Una carrera con altos y bajos, pero siempre luchando. En su perfil de Twitter tenía dos frases en su presentación que demuestran ese carácter forjado en la adversidad. «Si me ves luchando con un oso, reza por el oso» y «Familia por encima de todo».

Eternamente infravalorado cumple su segunda temporada en Zaragoza, su séptimo equipo en España, y lo hace después de recibir con 29 años, hace sólo un mes, el premio a la mayor progresión de la temporada otorgado por la revista Gigantes. Amante de los dulces, asegura que no hay que tener miedo a nada, que su gran virtud es la energía positiva y que no soporta a la gente negativa. Está es quizás la gran fuerza que le ha llevado a salir adelante. Emir es uno de los jugadores más en forma de un Zaragoza que el sábado espera a Unicaja en el Príncipe Felipe de la capital del Ebro. Un partido muy difícil ante un equipo que apura sus opciones de colarse en los play-offs por el título después de perder en la última jornada de la primera vuelta su participación en la Copa. Suerte, Carpe Diem...

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