Opinión | Primer movimiento

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Me encantaría descubrir qué sentían esos chicos que leían mientras bombardeaban su ciudad en la II Guerra Mundial

Me encantaría descubrir qué sentían esos chicos que leían mientras bombardeaban su ciudad.

Me encantaría descubrir qué sentían esos chicos que leían mientras bombardeaban su ciudad. / La Opinión

Hace unos años, en uno de nuestros encuentros cotidianos, un amigo y yo terminamos entrando en una librería. Tras un buen rato respirando ese olor tan característico de estos espacios, mi amigo terminó comprando un libro. Al sentarnos en una cafetería posteriormente, le pedí que me dejara echarle un vistazo rápido, ya que el libro me había llamado la atención; no tenía ninguna palabra, solo fotos en blanco y negro. Eran imágenes aparentemente parecidas pero que contenían historias totalmente inconexas cuando las mirabas con exactitud. Era un libro de fotos de personas leyendo. Ancianos, niños y adultos, ricos y pobres; leían en el suelo, de pie, en la calle, sentados en azoteas o apoyados en fuentes callejeras. Aparentemente, gente leyendo; fácticamente, personas viviendo otros mundos, haciéndose más sabios y humanos leyendo las palabras de otros sin saberse fotografiados. El autor de las instantáneas es el fotógrafo húngaro André Kertész, y éstas habían sido tomadas en diferentes partes del mundo entre 1915 y 1970. Trato de imaginarme al fotógrafo en el momento en el que tomó la decisión de dedicarse a fotografiar a gente leyendo por el mundo. Y también trato de imaginarme a esa mujer que aparece leyendo apoyada en una fuente italiana, por qué se ubicó allí. O a otra asiática que lee en el sillón de una peluquería. Y también a un niño que lee un cómic tirado en el suelo mientras da un mordisco a un bocadillo. O pienso en ese anciano de larga barba blanca que lee un libro cuyo lomo apoya en una papelera callejera. También me encantaría descubrir qué sentían esos chicos que leían mientras bombardeaban su ciudad en la II Guerra Mundial. Ninguna de estas personas leía para que la vieran. Leer tiene un punto de magia; es algo simple pero muy poderoso.

Más allá de que leer pueda ser como mantener una conversación con alguien que vivió hace siglos o que te permita vivir otras vidas, leer tiene una parte sagrada; tiene poder transformador. Leer cambia la forma en que vemos el mundo, nos da conocimiento, nos hace sentir y pensar más allá de nuestra propia experiencia. La palabra escrita ha sido considerada por muchas culturas como algo divino: desde las escrituras sagradas hasta los libros que han cambiado la historia. También veo algo sagrado en la parte ritual de la lectura: desde elegir el libro, hasta ubicarte en tu lugar para leer, usar un marcapáginas concreto, una iluminación adecuada, y dejarte sumergir y envolver por la historia. Es un acto de conexión, casi como una plegaria o una oración. A veces la conexión es tan intensa que lees libros que dejan algo en ti para siempre. Me pasó al ver ese libro de fotos, a los pocos días me sentí llamado a comprarlo. A volver a ver aquellas fotos, a sentir esa intensidad. A volver a ver a aquellas personas leyendo en silencio. Leer es una experiencia que va más allá del entretenimiento. Esas historias, esos pensamientos, quedan en tu memoria, crean un filtro ajustado a tu persona a través del cual puede cambiar tu forma de entender el mundo. Como cuando lees algo y, de repente, una frase te golpea tan fuerte que tienes que detenerte un momento. Y volverla a leer. Leer es tan profundo e intenso que no puedes compaginarlo con otra cosa. Leer es íntimo. Democrático. Transparente. Generoso. No puedes demostrar que alguien ha leído un libro y no un resumen. Leer es un acuerdo tácito de sinceridad entre tú y el libro. Leer es verdad pura y dura. A veces he prestado libros que no me han devuelto. A veces me enfado. Nunca me arrepiento. Siempre repito. Con el tiempo he descubierto la belleza de arriesgarte a prestar un libro. Presto libros a personas con las que yo podría sentarme a su vera durante horas en silencio para hacer lo único que se puede hacer con un libro en las manos: leer. Y hay belleza en eso. En tener en la vida a personas así cerca. Y en poder leer con ellas.

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