Opinión | El ruido y la furia

Un mundo gris

Ahora, igual que hace exactamente un siglo, parece que mucha gente está deseando entregar su libertad a los malvados

Se nos está volviendo gris el mundo.

Se nos está volviendo gris el mundo. / l.o.

Se nos está volviendo gris el mundo. Gris acerado, gris de arma, gris de guerra y de conflicto. Se nos agrisa la vida y nos ha pillado mirando en el teléfono vídeos de gatitos. No nos hemos dado cuenta de que cocían ante nuestras narices, mientras nos llevaban a un mundo absurdo de juegos y pamplinas, una tercera guerra mundial que arrasará con nuestras vidas. Ahora, igual que hace exactamente un siglo, parece que mucha gente está deseando entregar su libertad a los malvados, y lo hacen con la misma vehemencia con la que sus padres, sus abuelos, lucharon por conquistar esa libertad.

Vienen tiempos grises. Pasarán décadas hasta que vuelva el azul al cielo. El azul, algunos lo saben, es un color que aparece mucho en todo lo que he escrito. Para mí es un color con una enorme carga simbólica, lleva dentro mi niñez en el rebalaje, las eternas tardes de juegos en la orilla, bañado en su luz.

Sin embargo, es un color que no ha existido siempre. Ni para los griegos ni para los romanos aparecía en el arco iris. Veían el rojo (consulten, si quieren, a Aristóteles, a Jenófanes, a Lucrecio), el amarillo, el violeta y también el verde, pero no el azul. Tampoco lo vio (es lógico, era ciego) Homero, que habla en La Ilíada del ‘mar de bronce’, acaso porque en griego las palabras que designaban el azul, ‘glaukos’ y ‘kyaneos’, eran bastante imprecisas, y calificaban igual unos ojos azules que un vestido (negro) de luto, pero nunca el del cielo o el del mar. Y yéndonos mucho más atrás, en las primeras pinturas murales, las del paleolítico superior, no hay azules. Hay rojos, negros, marrones y ocres, pero no hay azul. Tampoco en el Neolítico. A pesar de su omnipresencia en la naturaleza (basta mirar hacia arriba), los colores de la antigüedad fueron el rojo, el blanco y el negro.

No sé por qué me acuerdo de estas cosas. Será porque hace tres semanas que no para de llover y a mí, tan del sur que habito y que me habita, se me agrisa el alma, el humor y la sombra con tanta lluvia y tanta nube. Será también porque oigo eso que en otros tiempos se llamaba ‘ruido de sables’ y se me mete el miedo en el cuerpo. Y el miedo es gris o negro, pero no azul. Y la guerra es roja o negra, pero no azul. Y porque veo a los malvados, esa gente gris, hacerse con el mundo una vez más mientras los demás no queremos enterarnos, y porque volvemos a pensar en comprar armas y organizar ejércitos en vez de pensar en pasar la tarde «frente a la mar, desprevenido», como aquel niño del poema de Manuel Alcántara, que también era azul, como cualquier niño, como cualquier esperanza.

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