Opinión | Málaga de un vistazo

El nieto esperpéntico

Valle Inclán

Valle Inclán / l.o.

Al leer «esperpento» se viaja a la obra de Valle-Inclán. Sin embargo, la palabra nació antes de que él la usara para bautizar su particular género de lo grotesco y lo absurdo. La hallamos por ejemplo en ‘Rosalía’, de Benito Pérez Galdós, publicada cuando Ramón aún era un niño. Ese grotesco y absurdo se percibe demasiadas veces en elementos de la política actual que insultan a la inteligencia. Y como con el esperpento, sólo si uno escudriña, da con datos que matan relatos, como quienes creen que la palabra la inventó el ilustre escritor. Sea como fuere, nos trae de cabeza, porque que un hombre blanco americano proclame que deben ser deportados los no nativos de América resulta un esperpento. Una canción de los mexicanos ‘Los Tigres del Norte’ dice: «Yo no crucé la frontera / La frontera me cruzó», aludiendo a la invasión y anexión yanki de ocho estados de México a mediados del s.XIX, lo que de por sí ya le añade más esperpento al asunto. No queda ahí. Si además, el supremacista resulta ser nieto de un inmigrante alemán que llegó a EEUU con dieciséis años, el esperpento da un triple salto. Y en su soflama, al ordenar deportaciones masivas, lo hace más esperpéntico si cabe cuando descubrimos que su propio abuelo sufrió una humillante deportación a EEUU tras querer volver a Alemania, ya que le retiraron la nacionalidad arguyendo que huyó para evitar el servicio militar. Como por cierto, también hizo su nieto para librarse de Vietnam. El hombre se llamaba Friedrich Drumpf, pero lo americanizó para ser Frederick Trump. ¿Se mirarían a los ojos nieto y abuelo?¿Qué le diría el anaranjado Marqués de Bradomín?¿Lo deportaría?¿Acabaría en Guantánamo? Yo no apostaría.

Tracking Pixel Contents