Opinión | La señal
Teoría del virus mental
Hoy, en España, uno debe creerse cualquier información, por disparatada que le parezca, porque muy probablemente sea verdad

Incendio en La Deriva / Álex Zea
Una persona conocida me dice que quieren matarlo, le digo para que se tranquilice que hay otros en su situación y me mira desconfiado. Entonces habla de que el jefe de los GRAPO, el famoso camarada Arenas, está en libertad con la ley del Gobierno que beneficia a los etarras. No le creo. Me despido de él y cuando llego a casa leo en la red que, efectivamente, Manuel Pérez Martínez, se suma al preso de ETA Balbino Sáenz de Olarra, otro querubín, que la pasada semana también quedó en libertad después de que la Audiencia Nacional le aplicara la nueva norma. ¡Joder! No supe en ese momento si salir corriendo de nuevo a la calle y buscar a ese conocido para pedirle perdón e invitarle a algo. La conclusión que saqué es que hoy, en España, uno debe creerse cualquier información, por disparatada que le parezca, porque muy probablemente sea verdad.
¿Acaso no es difícil de creer que respecto al edificio de Hacienda de Málaga, que se iba a reformar en siete años, hayan pasado seis y ni siquiera estén iniciadas las obras? Deberíamos conocer los nombres de esas calamidades públicas responsables y acordarnos de estas cosas, también, cuando nos obliguen a pagar. Si quitarles a las gentes el producto de su trabajo siempre entraña dolor, más dolor entraña pensar que hay individuos tan eficientes como los de este disparate. Por eso, tenemos derecho a jurar en arameo.
Es verdad que también urge saber con qué teoría quedarnos acerca del origen de tanto enlatado woke que consumimos, que nos estraga el cerebro y que nos llega de las anglo universidades, a lo que Matthew Yglesias llamó El gran despertar progresista (The Great Awokening). Contamos con la teoría del virus mental, desarrollada por profesores como Gad Saad y que comparte Elon Musk. Está la teoría de que demasiados mimitos y redes sociales han dado a luz una generación de copos de nieve, lo que sostienen Jonathan Haidt y Greg Lukianoff. Etcétera. Pero yo creo que se trata de una enfermedad multifactorial. Aunque los trastornos complejos a menudo se agrupan en familias, no tienen un patrón de herencia claramente definido. Si no, ¿qué achacarle al pobre concejal del PSOE en Chiclana que se exhibió desnudo ante menores en varios gimnasios y que ahora acaba de ser suspendido por su partido? Bueno, quizá el chico tenía calor y se paseaba desnudo por los tres gimnasios en los que estaba apuntado. ¡Tres gimnasios! Uno no le bastaba. ¡Qué fenómeno del socialismo!
Hora del almuerzo. Jornadas de guisos en La Promesa. Recomiendo antes de que se vayan las lentejas con colmenillas. El vino es Vermell, de uvas Monastrell, Garnacha y Mandó, de Celler del Roure (Valencia), 2023. Sorprendente vinazo, especialmente el aroma, estaría horas dándole vueltas. ¡Ah!, las risas son generalizadas con eso de los «aranceles inteligentes» de la Von der Leyen a varios estados republicanos en los USA, ¡qué miedo tiene que estar pasando Trump!, ¡qué crueldad la de Úrsula!
Por cierto, ya que el otro día hablamos de los continuados tiroteos en Palma-Palmilla, ahora sabemos que la Policía Nacional detuvo el año pasado a casi 550 personas en el barrio. ¿Pocas o muchas?, esa es la cuestión. Menos mal que el alcalde ha dicho que las Torres de Martiricos están también para dinamizar la cuadrícula. Y el remate de la semana: un juzgado tumba la reestructuración de la Gerencia de Urbanismo. Otro disparo al pianista.
¿Y del incendio de La Deriva, qué? No creo que tarden tantos años como en Hacienda en empezar las obras de restauración (nunca mejor dicho). Es una empresa privada. Eso sí, por estas empresas no se manifiesta nadie en la calle. Están solas, pero creo que mejor que mal acompañadas.
No quisimos retirarnos sin rendirle nuestro modesto homenaje a Gene Hackman y a su esposa Betsy, hallados muertos en Nuevo México. Mira que tiene películas por las que recordarle –’The French Connection’ (otra vez las drogas) y ‘Arde Misisipi’, por ejemplo-. Pero me quedo con ‘La Conversación’ (1974). Él es Harry Caul, un detective - lo que somos los periodistas en el fondo- que pega el oído para registrar… eso, una conversación. Luis de Góngora pensaba:
Varia imaginación que, en mil intentos,
a pesar gastas de tu triste dueño
la dulce munición del blando sueño,
alimentando vanos pensamientos,
pues traes los espíritus atentos
sólo a representarme el grave ceño
del rostro dulcemente zahareño
(gloriosa suspensión de mis tormentos) (…).
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