Opinión | Notas de domingo

Trámites y emociones

Impactos cinematográficos, viajes y obligaciones en una semana extrañamente lluviosa

Arte cofrade de Chicano

Arte cofrade de Chicano / álex zea

Lunes. Malestar moderado, típico de lunes. Pesadas gestiones pendientes. De entre las cosas más detestables de esta vida destaca el trámite de llevar el coche a la ITV. No sé si prefiero un dolor de muelas. A la tarde, en una de esos bares de hotel, ay, la vida de hotel, cóctel y frutos secos, charla amena. La vida. Paisanaje elegante, camareros eficaces. Luego toca cine. Somos ocho en la sala. Tardes de soledad, trabajo de Albert Serra. Basado en las sensaciones de Roca Rey, protagonista. El toro también es protagonista. No hay diálogos ni narrador y uno de la cuadrilla dice todo el rato «ole tus cojones». La fotografía, la calidad de la imagen, los primeros planos, son portentosos. Busco de madrugada opiniones al respecto. Para unos es un artefacto antitaurino. para otros, taurino. Rara habilidad la de Serra. Se ve arte, se ve, mucho, el sufrimiento del animal. Unos ven colorido y otros, tortura. Había que verla. Leo a Manuel Arias Maldonado en Letras Libres: «El documental Tardes de soledad nos convierte en voyeurs de un espectáculo orquestado alrededor de la muerte; una muerte que puede juzgarse alternativamente como maltrato animal o ritualidad sublime». Un tuitero cinéfilo anota: «se ve con los ojos como platos y sin poder siquiera respirar. Dos horas para la historia del cine».

Martes. Sevilla. Veo desde el taxi como los operarios van montando ya las casetas de Feria. Este año se volverá al formato corto: cena del pescaíto el lunes y Feria hasta el domingo. Un fin de semana solamente, no dos. Pienso en cuantos vasos de Cruzcampo, cuántas copas de manzanilla se servirán en esa venidera Feria de abril que este año es en mayo. Hay un nublado dudoso y difícil de describir. Llego al estudio, me maquillan, salgo a la calle a hacer tiempo dando un breve paseo y me caen gotas de lluvia. Arruino un poco el maquillaje y el peinado. Mientras hablo del Gobierno y de la oposición, y hasta de las fuertes lluvias caídas en Andalucía, pienso en si se me verán churretones. Me escribe un buen amigo: «que serio sales en la tele». Sonrío. Trato ya de sonreír todo el programa. No sé si puedo hablar y sonreír a la vez. Vuelvo a la estación y me clavan 12 euros por un bocata de jamón perruno. Me lo llevo al tren. Me da apuro comer delante de gente. Tren abarrotado. En Córdoba se baja media humanidad. Le hinco el diente al pan. Chicloso. Por la tarde en casa escribo una columna de corrido. De esas veces que parece que se la dictan a uno.

Miércoles. Marbella. Mediodía. Paseo. Saludo a conocidos. Tertulia y aperitivo en el Casino con amigos de toda la vida. Parece uno un señor de pueblo respetable. O un señor respetable de pueblo. Almorzamos con toda la mar enfrente, que está calmada pese a la llovizna. Salmonetes y vino gallego. Debate sobre la procedencia de las coquinas. El mundo se detiene cuando nos cae encima esa felicidad difusa, ese bienestar, esa despreocupación, las camaraderías, los recuerdos en común. Este tipo de sobremesas deberían prescribirlas los médicos. Haga una buena sobremesa con buenos amigos una vez al mes, caballero. Y en ese plan. Entrarías al restaurante y dirías al encargado: traigo la receta del médico. Me ha dicho que haga una buena sobremesa. Y ya el encargado: sí, sí, señor, por aquí, por aquí, ya verá usted qué bien. No sé por qué me privo del postre. A la noche, insomnio moderado.

Jueves. No puede uno perderse la exposición de Eugenio Chicano. Qué gran tipo fue, qué gran artista.

Viernes. Me lanzo a la calle, al Centro, a ver si veo a algún famoso. Comienza hoy el Festival de Cine. Me paseo por la alfombra roja pero me da apuro hacerme un selfie. Soy un diarista tímido. O eso o estoy cuajado. Cuajao. Si escribo cuajao se entiende mejor. Está la ciudad efervescente y algo pasada por agua. Diría que su estado de ánimo es bueno. Las ciudades tienen estados de ánimo. A este respecto es muy recomendable el ensayo Madrid DF (Arpa Editorial), de Fernando Caballero. No sé si mi ciudad tiene quien le escriba así. Loas hay muchas. Enjundia sobre su destino, no tanta.

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