Opinión | La vida moderna merma
Urtasun y la invisible legalidad
Es el aval de un ministro a un grupo que, por afinidad con determinadas corrientes, parece estar por encima de la ley

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, visita la Casa Invisible en Málaga capital / Gregorio Marrero
Si el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, hubiera querido realmente destacar en el Festival de cine de Málaga, bien podría haber presentado su visita a La Invisible como un cortometraje de ficción o, mejor aún, como una película de esas que mezclan drama, comedia y surrealismo a partes iguales. Porque lo que se ha vivido ha sido una auténtica actuación digna de premio. Con un guion predecible y un protagonista entregado al papel, hemos asistido a una escena en la que la ley, la lógica y el respeto por la cultura real han quedado fuera del encuadre. Y todo esto, por supuesto, con un telón de fondo en decadencia, como corresponde a un edificio ocupado ilegalmente y en estado ruinoso.
Al margen de la ley
La Invisible es, en esencia, un espacio que lleva años funcionando al margen de la ley. Un lugar que se cae a pedazos, que ha costado una fortuna a las arcas municipales y que sigue generando un agravio comparativo con el resto de ciudadanos que cumplen la ley, pagan impuestos y gestionan sus negocios culturales de manera reglamentaria.
Y en este contexto, llega el ministro de Cultura y decide legitimar con su presencia a los ocupantes de La Invisible. Una visita a puerta cerrada, pero con un mensaje claro: el respaldo institucional del gobierno de España a un modelo completamente al margen de la legalidad. ¿Es este el mensaje que debe transmitir el máximo responsable de la cultura en nuestro país?
Realismo mágico
Porque, si nos ponemos en clave cinematográfica, podríamos catalogar esta visita en la sección de «fantasía y realismo mágico», donde un ministro acude a un edificio ocupado, sin medidas de seguridad, sin respetar normativas, sin rendición de cuentas y, en lugar de denunciarlo o señalar la necesidad de regularizarlo, decide aplaudir y dar su apoyo. Un personaje con un arco argumental confuso pues, en otra escena, aparece con casco y chaleco en las obras -maravillosas y perfectas de San Agustín. Es decir, en un lugar ultra seguro, chaleco y casco. En un edificio okupado y en ruinas, ligerito de equipaje para la visita. Curioso.
Es verdaderamente preocupante que, en una sociedad cada vez más asfixiada por la burocracia y el intervencionismo estatal, donde el ciudadano medio es multado por la más mínima infracción y donde emprender cualquier iniciativa empresarial o profesional conlleva un sinfín de trámites y regulaciones, un alto cargo del Gobierno decida mostrar su apoyo a quienes han hecho de la ilegalidad su bandera.
La paradoja es grotesca
Mientras los negocios culturales legítimos pelean día a día para cumplir normativas cada vez más estrictas y hacer frente a impuestos desorbitados, los ocupantes de La Invisible reciben la bendición del ministro. Un ministro que, además, demuestra un absoluto desconocimiento de la realidad local y que parece más interesado en reforzar un discurso ideológico que en velar por la verdadera cultura, la que se construye con esfuerzo, sacrificio y respeto a las normas.
Es una falta de respeto flagrante a la cultura malagueña. No a la de los colectivos politizados que se parapetan tras el falso argumento de la autogestión para justificar la apropiación indebida de un bien inmueble, sino a la de los verdaderos agentes culturales: artistas, galeristas, gestores y emprendedores que trabajan desde la legalidad y el compromiso con la ciudad. Son ellos quienes sostienen el tejido cultural de Málaga y quienes merecen el apoyo institucional, no quienes llevan años operando al margen de la ley con el beneplácito de ciertos sectores políticos.

El ministro de cultura, Ernest Urtasun Domènech en su visitra a la Invisible. El ministro de cultura, Ernest Urtasun Domènech en su visitra a La Invisible / GREGORIO MARRERO
Acto político
La visita de Urtasun a La Invisible no es un gesto inocente. Es un acto político con claras connotaciones ideológicas. Es el aval de un ministro a un grupo que, por afinidad con determinadas corrientes, parece estar por encima de la ley. Y mientras tanto, los ciudadanos seguimos soportando un sistema donde el más mínimo desliz en un impuesto, en una multa o en una normativa urbanística puede traducirse en sanciones, embargos y un calvario administrativo.
¿Es justo este doble rasero? ¿Es sensato trasladar el mensaje de que algunos pueden actuar impunemente mientras otros son sometidos a un escrutinio feroz? ¿Es legítimo que un ministro de Cultura ignore la realidad para favorecer a unos pocos en detrimento de la mayoría?
La respuesta es evidente. Pero, como en tantos otros ámbitos de la política actual, parece que la coherencia y el sentido común han pasado a ser elementos secundarios frente a la conveniencia partidista. Y en este caso, la cultura -la verdadera cultura- es la gran damnificada.
Decisión calculada
Es aún más grave cuando consideramos que esta visita no ha sido fruto de la casualidad ni de una iniciativa espontánea del ministro. Ha sido una decisión calculada, con un claro interés político detrás. No es un simple gesto de cortesía, sino un acto con consecuencias simbólicas y políticas. Al visitar La Invisible, Urtasun legitima no solo la ocupación del edificio, sino un modelo que desprecia el esfuerzo y la legalidad en favor de la arbitrariedad y el amiguismo político.
Málaga no necesita este tipo de gestos. Málaga necesita una política cultural seria, que respalde a quienes trabajan por la cultura desde el respeto a la legalidad y a la convivencia. Necesita un compromiso real con la conservación y promoción de su patrimonio, con el fortalecimiento de su tejido cultural y con el apoyo a quienes contribuyen activamente al desarrollo artístico de la ciudad.

Urtasun en la fachada de La Invisible / GREGORIO MARRERO
Arma ideológica
La cultura no puede ser un arma ideológica ni un refugio para quienes buscan imponer su agenda al margen de la ley. Y los ciudadanos no merecemos ministros que, en lugar de defender una política cultural justa y equitativa, se dedican a apadrinar la ilegalidad y el desorden. Si esta es la visión que tiene el Gobierno de España sobre la cultura, estamos ante un escenario verdaderamente desalentador. Aunque, todo sea dicho, como guion de película política, ha sido una gran puesta en escena. Habrá que ver si obtiene algún premio.
Viva Málaga.
- Las redes arden con el debate de la peor provincia de Andalucía: 'Costa no tendremos, pero somos la provincia con más playas de interior...
- Dos 'influencers' enloquecen con el plato tradicional de un pueblo andaluz: 'No sabíamos ni que existía
- Un nuevo chiringuito desembarca en Málaga, en el paseo marítimo de La Misericordia
- Este es el pueblo andaluz a poco más de una hora de Málaga, reconocido por National Geographic como el que mejor vistas tiene del mundo
- El Centro de Internamiento de Menores de Málaga irá ubicado en la urbanización El Olivar, de Churriana
- El transporte público vuelve a ser gratis este verano en Málaga: cómo solicitarlo
- Juanma Moreno reta a Óscar Puente y se ofrece para hacer el tren litoral de Málaga: 'Si el Gobierno se siente incapacitado, que hable con nosotros
- Fechas y horarios de la Final Four 2025 de la BCL