Opinión | 360 grados

Europa, perpleja ante el vacío

La Unión Europea parece perpleja ante el vacío creado por la decisión de los Estados Unidos de Donald Trump de prescindir de ella para intentar resolver el problema de Ucrania.

Es como si de pronto los europeos se hubiesen quedado huérfanos y sin otra alternativa que no sea la de impulsar su rearme frente al oso ruso, por el que continuamente dicen sentirse amenazados.

Y ello pese a haber calificado una y otra vez despectivamente a ese país de «gasolinera con bombas atómicas». ¿En qué quedamos?

Se quejan los gobiernos del continente de que Washington no los haya tenido en cuenta a la hora de negociar con Rusia el fin de una guerra de la que algunos como los británicos, con total pérdida del sentido de la realidad, se obstinan en que puede todavía ganarse.

No pueden admitir que el país al que querían ver debilitado – «hacerlo sangrar», dijeron algunos- haya aguantado pese a la guerra y las durísimas sanciones de Occidente y que hayan sido, por el contrario, las economías europeas las más perjudicadas.

Hoy parecen haber olvidado quienes, al frente de gobiernos cada vez más impopulares entre los ciudadanos como indican los sondeos, se empeñan en la vía militar como única solución del conflicto, que la Unión Europea nació precisamente como un proyecto de paz tras las dos grandes guerras que ensangrentaron al continente.

Como parecen haber olvidado la peligrosa situación en que hoy nos encontramos por culpa del abandono de los tratados de desarme y limitación de armamento que tanto costó negociar a soviéticos y estadounidenses durante la Guerra Fría.

Se insiste siempre en demonizar a Rusia por su invasión ilegal del país vecino, pero no sé quiere saber nada de lo que condujo a Moscú a dar ese paso ciertamente contrario al derecho internacional.

Por ejemplo, una sangrienta guerra civil entre las nuevas autoridades de Kiev y la población étnicamente rusa del este de Ucrania, que no aceptó el derrocamiento de un presidente elegido democráticamente como Viktor Yanukovich.

Sin tratar al menos de entender las razones del contrario, es difícil, por no decir imposible, resolver un conflicto y más aún si es militar como el ucraniano.

Y, con independencia de los motivos egoístas y puramente económicos que pueda tener Trump, es la primera vez que Washington se esfuerza en entender a Moscú, algo a lo que se niegan los gobiernos europeos.

Aquí no hay estrategia clara, y el que podríamos llamar ‘el partido de la guerra’, liderado por la presidenta de la Comisión y exministra alemana de defensa, Ursula von der Leyen, se impone en todas partes.

Europa parece haber apostado, siguiendo el ejemplo ruso, por una especie de keynesianismo militar con la esperanza de que el rearme contribuya a dinamizar las maltrechas economías.

Keynesianismo consistente en un descomunal aumento del gasto público en el área de la defensa sin que parezcan importar los inevitables recortes en los programas sociales ni un gigantesco endeudamiento que alguien tendrá que pagar algún día.

A diferencia de la Casa Blanca de Trump, Bruselas se sigue negando a cualquier trato con Rusia, con lo fácil que sería enviar una delegación diplomática a Moscú.

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