Opinión | Notas sobre cine

Málaga

Huyendo hasta encontrarnos: un hilo temático del Festival

Los protagonistas de 'También esto pasará', 'Molt lluny' y 'Una quinta portuguesa'

Los protagonistas de 'También esto pasará', 'Molt lluny' y 'Una quinta portuguesa' / La Opinión

La pérdida nos hace ver quiénes somos, sea una madre o unas llaves. Unas palabras que pronunció Marina Salas, protagonista absoluta de También esto pasará, , y siguen retumbando en mi cabeza con el paso de los días. Siento además un invisible hilo conductor en las siguientes películas que he ido viendo en las jornadas posteriores, todas notables y curiosamente contrarias: Molt lluny (Muy lejos) y Una quinta portuguesa.

Yo mismo le reconocí a Maria Ripoll, directora de También esto pasará, mis prejuicios acerca de adaptar la prosa autobiográfica de Milena Busquets. Aunque pueda mantenerme en la creencia que esas páginas de carácter epistolar eran autosuficientes, que sus palabras sobreviven y golpean con fuerza sin la validación de unas imágenes, Ripoll las dignificó, dejando abrazar el relato por la luminosidad de las canciones, los ataques de risa, viajes de carretera, encuentros furtivos y la consiguiente promiscuidad de cuerpos humanos que se dejan quemar por el calor del otro como un bote salvavidas. No es la solución, pero nos aferramos al colchón del placer. La dopamina es una pastilla imaginaria que combate la incertidumbre. Una máquina de tiempo que nos hace hibernar en el presente. Ahí huimos al pasado porque es el único espacio donde las cosas que nos importan siempre existen.

Ante el miedo, Blanca huye, como Sergio en Molt lluny. Un Mario Casas que desmantela desde las barreras de la ficción la personalidad que se forjó décadas pasadas -el estereotipo de hombre masculino, una carcasa fornida de testosterona pero hueca de matices-. Ella viaja hacia la soleada costa para aceptar la pérdida -es madre y ya no es hija-, mientras él se ve engullido por la neblina del norte europeo, un lugar que parece rimar con el sueño americano y al que él se deja arrastrar por el impulso de una nueva oportunidad. Como Stravos en América América (1963), recogerá cualquier migaja de ese nuevo mundo hasta que la realidad despierte ese sueño : Sergio ve que Holanda habla el mismo idioma que Barcelona, igual de precario, estratificado y racista.

«España es un lugar como los demás», dice Milena en Una quinta portuguesa, que realiza el viaje de vuelta como una Ulises fracasada. Todos emigrando de sí mismos, tal como Fernando -interpretado por Manolo Solo, concomitancia irónica con su personaje de Cerrar los ojos, de Víctor Erice- que suplanta la identidad de un jardinero para refugiarse en otra Ítaca, donde nadie lo reconozca y así no se recuerde. De otra pérdida, la de su esposa que desaparece sin dar explicaciones, que le sirve, al igual que a Sergio, para enfrentar finalmente sus fantasmas. A través de uno de sus personajes, señalaba Avelina Prat, directora de Una quinta portuguesa, que «esos fantasmas deben ser atendidos». Una madre o unas llaves. Nuevas ventanas se abren cuando la puerta está cerrada, y más fáciles se abren cuando podemos volver a esa puerta en cualquier momento. Abriéndola de lejos y mirándola en la memoria.

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