Opinión | Viento fresco
Mandar a la mierda
Puede ser un arte o un apuro. Hay gente que lo hace estupendamente y otros no saben ni decir que no a cosas nimias

El fútbol, una de las formas humanas de enfrentamiento. / l.o.
Cómo mandar a la mierda de forma educada. Interesante cuestión. La psicóloga Alba Cardalda ha publicado (Editorial Vergara) un libro con ese título. Está lleno de consejos prácticos y se ahonda en el hecho de que nos cuesta mucho decir que no. No. No parece tan difícil, pero en realidad lo es. Se recomienda contra eso la asertividad, que con ese nombre no puede ser nada bueno, pero en realidad es el ser claros y directos. Sin molestar pero sin dejarse avasallar.
Claro que, ¿mandar a la mierda a alguien no pierde fuerza si es de forma educada? ¿Qué es mandar a la mierda? ¿Romper una relación, decirle a un jefe que está uno fuera de horario, devolver un plato en un restaurante?
Hay gente que tiene arte para mandar a la mierda, no obstante. Legendario fue aquel «A la mierda», gritado con singular brío por el actor Fernando Fernán Gómez a un pobre tipo que lo asaltó con alguna petición. Otros mandan a la mierda de una manera tan elegante y sutil que crees que te está mandando a otro sitio y hasta te dan ganas de darle las gracias.
Rechazar un manuscrito es una fórmula de mandar a la mierda a un autor, decir «a ver si puedo pasarme si eso» es otra fórmula que se emplea ante una petición pelma. Hay también mandatos a la mierda que se hacen en silencio. No contestas, no te contestan, pasa el tiempo y entiendes la intención de ese silencio. No es lo suyo, lo suyo es contestar, claro, pero eso es lo que nos cuesta. Nos parece que vamos a quedar mal.
Todos tenemos a alguien a quien queremos mandar a la mierda. Piense en el suyo o suya. Aunque tendemos a conformarnos con sucedáneos que nos van anestesiando: lo mandamos a freír espárragos, a tomar viento, incluso a tomar por culo, expresión que se está banalizando, por cierto. Y menos mal.
Todos tenemos también algún recuerdo de quién nos mandó a tal sitio. Mira, ese de ahí me mandó un día al carajo. A veces a ese tipo de gente, como ya no la tratamos, le cogemos hasta cariño. Una sociedad que necesita instrucciones sobre cómo mandar a la mierda a la gente que lo merece es una sociedad sin duda para mandarla a no sé qué sitio, pero al menos sí a aprender de nuevo: psicología, modales, relaciones humanas y yo qué sé cuántas cosas más. Abordarlo desde el humor es cosa seria: tenemos que ser selectivos y mandar a la mierda solo a quién de verdad se lo merece, si no, no convertimos en gente de gatillo fácil. Facilones. Unos mierdas.
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