Opinión | Crónica política

Mejor el imperio de la ley, que la fuerza

Incluso el presidente ha recomendado que se hagan los recortes «con bisturí y no con hacha», quizás alarmado por los indicios de respuesta popular.

Donald Trump

Donald Trump / Niall Carson/ Europa Press

«¿Hasta donde está dispuesto a llegar Donald Trump en su segundo mandato con tantas decisiones desafiantes?», es la pregunta compartida por políticos, empresarios y periodistas de todo el mundo. La respuesta es rotunda: «Hasta donde pueda llegar. No tiene límites propios». En la justificación de esa afirmación se aduce que estamos ante un empresario ganador, con acreditada falta de respeto a la ley. De hecho, tiene numerosas causas abiertas, incluso condenas, y sólo por la renovación de la presidencia ha logrado congelar sus procesos judiciales. Ante un personaje así, acostumbrado a imponer sus condiciones, la recomendación es plantarle cara; y donde ya no pueda proseguir, allí se parará.

Lo saben en México y en Canadá; en Panamá y en Groenlandia. Lo sabemos en Europa, donde ahora se toman decisiones durante décadas aplazadas. Lo advirtió Josep Borrell, ante los diplomáticos de la Unión que él mismo comandaba: «Se acabó el tiempo en que Europa contaba con la energía barata que venía de Rusia, los productos baratos de China y la seguridad gratis a costa del amigo americano. Europa debe reaccionar». No reaccionó. Lo hace año y medio después de la clarividente advertencia de Borrell. Hasta Alemania, alérgica al endeudamiento, propone ahora reindustrialización y rearme en un acuerdo sin precedentes entre democristianos, socialdemócratas y verdes. En España, entretanto, el circo político sigue ofreciendo funciones de tarde y noche: PSOE y PP buscan la manera de estar en desacuerdo sobre un programa similar, aún estando de acuerdo en su contenido. Más difícil todavía. La palabra ‘pacto’ en España se borró del diccionario y solo perdura en las mentes como sinónimo de ‘entreguismo’, o hasta ‘traición’. Penoso espectáculo.

Plantarle cara a Trump para limitar su avance no es fácil, pero se está haciendo, al menos en tres frentes. En California y otros estados hay patrullas ciudadanas que siguen con megáfonos a los coches de la policía de inmigración para advertir a los vecinos de su presencia. Tom Homan, el llamado Zar de la frontera, está furioso porque no logra expulsar tantos inmigrantes como se le encomendó. Por otra parte, hay jueces y fiscales en Estados Unidos que no dejan de aplicar la ley solo porque Trump lo diga y hasta reclaman la readmisión de tantos funcionarios despedidos por Elon Musk. Incluso el presidente ha recomendado que se hagan los recortes «con bisturí y no con hacha», quizás alarmado por los indicios de respuesta popular. En un tercer frente, en las bolsas, se aprecia un castigo a los valores de empresas tecnológicas de la llamada «oligarquía tecnológica» con pérdidas muy sensibles para Elon Musk, Jeff Bezos de Amazon y hasta Zuckerberg de Meta (Facebook e Instagram).

En ese contexto, cobra especial relevancia la celebración del Congreso Mundial del Derecho, reunión de juristas de todo el mundo a celebrar en Santo Domingo del 4 al 6 de mayo. Antes, en sus ediciones de Nueva York, Colombia o Madrid, era un Congreso importante, pero ahora es imprescindible. Allí acudirán jueces, notarios, fiscales, abogados y empresarios de todo el mundo. Y por primera vez, estudiantes. En ese marco, el rey de España, Felipe VI, entregará el máximo galardón del Derecho, equivalente a un Premio Nobel, a la jueza Sonia Sotomayor, la primera mujer de origen hispano del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Una fotografía anhelada y muy oportuna para subrayar que, ante la amenaza del imperio de la fuerza, debe prevalecer el imperio de la ley.

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