Opinión | Primer movimiento
Gota de lluvia

La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de somnolencia resignada y amable / l.o.
«A ver cuándo llega el buen tiempo» me decía alguien hace poco, hastiado de tantos días de lluvia. En Málaga, donde vivo, no es habitual una racha de varios días seguidos lloviendo, y cuando ocurre, la gente se queja. La gente se queja porque la lluvia modifica sus rutinas y los cambios, los meteorológicos también, tienen eso, te trastocan. Yo pienso que hay muchos tipos de ‘buen tiempo’, y uno de ellos son los días nublados y lluviosos, al menos para mí. Pero la lluvia hace acto de presencia y un buen número de personas se pone de mal humor. Las puertas de los colegios se llenan de coches en doble fila, las calles de la ciudad sufren atascos en el tráfico rodado, suenan cláxones por todos lados, y a través de las ventanas observas gente realmente enfadada; la gente que tiene prisa se enfada muy rápido. Forma parte de la naturaleza que el estado de ánimo cambie con circunstancias ajenas a uno; aceptar esos cambios sin afligirse en demasía forma parte del proceso de madurez de cada uno. La lluvia tiene poder poético. Ya en el año 1921, Federico García Lorca escribió que «la lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de somnolencia resignada y amable. Es como una música humilde que se despierta con ella y hace vibrar el alma dormida del paisaje». Era su primer libro de poemas y ya hacía música con sus palabras. Y es que es así, la lluvia riega la tierra favoreciendo el ciclo de la vida con su fertilidad. La lluvia cae besando a los árboles y acariciando a los viandantes: y aunque nos despeine, nos humedezca los pies o se mezcle con nuestras lágrimas nunca es una losa que nos cae encima; experimentar la lluvia sobre nuestro cuerpo es una experiencia placentera, transformadora y vivificadora. Su poder nunca es su fuerza, sino su constancia. La constancia de la lluvia esculpe figuras estocásticas en las piedras sobre las que cae o en la arena sobre la que penetra, creando verdaderas obras de arte en nuestro planeta. En 1838 Chopin se traslada al Monasterio de Valldemossa (Mallorca) junto a George Sand (así firmaba sus obras Amantine Aurore Lucile Dupin, baronesa de Duvesand, para ocultar que era una mujer) con el objetivo de que los problemas respiratorios del músico se vieran favorecidos por el buen clima de la isla española. Cuenta Sand en su novela ‘La Historia de mi vida’, que una noche al volver a casa junto a su hijo Mauricio les cayó un aguacero tremendo, retrasando la llegada al Monasterio. Chopin, que esperaba ansioso en casa la llegada de su amante, se quedó dormido sobre el piano con el sonido de la lluvia de fondo, algo que recordó toda su vida por la intranquilidad que le generó aquella situación. Durante su estancia en Mallorca, Chopin escribió varios preludios de su colección Opus 28, y aunque Sand no concreta en sus memorias qué preludio compuso a raíz de la tormenta, muchos críticos musicales no dudan que no puede ser otro que el número 15. Si uno se abre a la contemplación mientras disfruta de la escucha de esta obra, puede escuchar la lluvia. El preludio comienza en una tonalidad alegre, Re bemol mayor, y es fácilmente apreciable la continua repetición de la nota la bemol durante la composición. Alrededor del minuto y medio de interpretación, la obra pasa a un lúgubre interludio en la tonalidad de do sostenido menor, que nos va sometiendo poco a poco a más tensión, siempre acompasada por ese la bemol que no para de sonar de manera ininterrumpida recreando el sonido de la lluvia al caer. Chopin no tituló esta obra, ni ninguno de sus 24 preludios. No todos los preludios tienen un nombre que los identifique, pero de los que se tiene constancia se atribuyen a los pianistas Hans von Bülow y Alfred Cortot, que, según se cuenta, eligieron los nombres en función de los sonidos que éstos les inspiraron. El número 15 no podía llevar otro nombre: raindrop (gota de lluvia). De la lluvia algunos escriben. Otros componen inspirados por ella. Los valientes bailan bajo su manto. Los cobardes esperan a que pase la tormenta.
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