Opinión | En corto

Paraísos nada artificiales

Una de las grandes lagunas del proceso educativo es la de la formación para el goce de la naturaleza. No es asunto de aulas temáticas, libros, vídeos o exposiciones interactivas (aunque tampoco sobren), sino sobre todo de paseos por el campo con buenos adiestradores, visitas al medio natural y rural, enseñanzas prácticas sobre flora, fauna, clima, nubes, estrellas, observaciones, identificación del paisaje, abriendo los sentidos de los alumnos a la dimensión riquísima y multiforme de la naturaleza, hasta despertar su curiosidad y luego su goce. Son saberes que no solo les llevarán a amar y defender ese medio, que es la envolvente de la vida, sino a beneficiarse de sus efectos sobre el cuerpo y la mente, recargando uno y otra de una energía salutífera. Bienes que están ahí, a su alcance, y que nunca obtendrán viviendo emparedados en la urbe o encelados en una pantalla.

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