Opinión | Málaga de un vistazo

La ‘inmediotez’

Recibir una carta de alguien se ha convertido en un acto de verdadero amor por regalar lo más preciado al escribir, comprar un sobre, un sello e ir al buzón: el tiempo

Recibir una carta se ha convertido en un acto de verdadero amor

Recibir una carta se ha convertido en un acto de verdadero amor / DANIEL PEREZ

En este mundo del ya y el ahora, hemos creado una bestia que sólo se alimenta de impaciencia. Se ha hecho desaprender a los niños la belleza de la espera, de posponer la recompensa. De aguardar una semana para el próximo capítulo de su serie favorita, engullida en los cinco segundos que dan las plataformas entre un episodio y el siguiente.

Se ha aumentado la velocidad de la red, lo que es muy útil. Pero a quienes no han vivido dejar la casa sin teléfono al enchufar el módem a 56 kb/s, donde descargar una canción era un hito y una película toda una proeza, sumado al hecho de que Internet, por momentos, les vaya algo más lento entre sus videollamadas, ‘twitches’, ‘streamings’, descargas y subidas a la nube, han alimentado monstruos de una desesperación tan pueril como repulsiva. En una selva en la que WhatsApp con su azul delator y los ‘e-mails’ de previa notificación hacen de lo instantáneo la norma, muriendo el suspense de si me habrá leído o se estará haciendo el/la interesante.

Una sociedad en la que recibir una carta de alguien se ha convertido en un acto de verdadero amor por regalar lo más preciado al escribir, comprar un sobre, un sello e ir al buzón: el tiempo. Una especie que busca el placer en lo inmediato, cuando las mayores satisfacciones necesitan de la constancia y la voluntad.

Tiempo que tememos irracionalmente que en nuestros más pequeños lo colonice la hegemonía del bendito aburrimiento que tanta creatividad rezuma. Tiempo que pudiera pensarse que hoy vive un mayor aprovechamiento si lo cuantificamos, pero que en lo cualitativo, se hunde lentamente en el fango de la ‘inmediotez’

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