Opinión | Viento fresco
Luz de marzo
«Los atardeceres largos como miradas», que diría el poeta Pablo Baena, ya están aquí

Ayer lunes en La Malagueta. / j. zapata
Los pobres no tenemos ropa de entretiempo. Hay que hablar del cambio de armario. Los bañadores aguardan su turno ya, incluso con el cielo encapotado, y los calcetines gruesos se preparan para volver al cajón, donde harán amistades nuevas y se desemparejarán. Las sandalias toman los escaparates y los chiringuitos se van preparando para la Semana Santa.
Este fin de semana cambian la hora. Los días se alargan y no pocos tendrán a partir de ahora más luz para no hacer nada. Las tardes finitas caminan hacia la plenitud de final de junio, cuando no se acaban, no tienen fin. Junio. Como versificó el gran Pablo Baena: «Bajo tu sombra quiero esperar las mañanas fugitivas de frescura y los atardeceres largos como miradas (...) mientras las manos se curvan sobre las espaldas desnudas y mis párpados se tiñen con el violento jacinto de la dicha».
No sé qué hacemos hablando de junio en pleno marzo, que mayea y ha traído más lluvia que nunca pero que al fin se va rindiendo a la primavera invasiva, sutil, sedosa, sensual y desesperada.
Hay un hombre al que veo por la ventana que se quita la chaqueta y hace un gesto de leve desesperación en el que está contenida la transición que estamos viviendo hacia la estación con mejor prensa y con más alérgicos. Igual que a los textos que concursan en un certamen literario se les pasa el corrector anti plagio, a los artículos sobre la primavera hay que pasarles el anti cursi, una herramienta aún no inventada, una app inédita, un salvoconducto que evite el lugar común, la pérdida de interés del lector, las metáforas magreadas y el conato de pergueñar unos párrafos que quedarían descalificados en un concurso de ripios de segunda división.
El habitante sureño tiene el ánimo húmedo, el paraguas trabajado, el impermeable desmentido y recuerdos marchitos de días de hamaca, arena y orilla. Parecía que no iba a llegar el buen tiempo y, en efecto, no ha llegado, si bien la sed de los pantanos-animales mitológicos como de otra era que duermen con la inmensa boca abierta al cielo- parece algo mitigada.
No nos hacen las desaladoras ni por equivocación, no recrecen los pantanos y no acaban las restricciones en pueblos del interior. Los comités anti sequía se reúnen ya si eso otro día , sin prisa, y bien parece que el agua cayera para nada. En lontananza ya hay días que prometen, dentro de poco, termómetros a más de veinte grados. Veinte grados no es nada y febril la mirada. La primavera es tango y lino, gasas y flores, volteo del ánimo. A todas luces.
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