Opinión | Viento fresco
Menú escolar
Adelante Andalucía quiere eliminar el cátering y que la comida se haga in situ en los centros

Almuerzo infantil en un colegio. / Arciniega
Hay niños que llegan del cole con aliento a fritanga industrial y niños que parecieran perfumados de lentejas con verduras y chorizo de toda la vida.
Adelante Andalucía va a presentar un proyecto de ley para que sea debatido en el Parlamento andaluz instando a que todos los colegios tengan su propia cocina para elaborar el menú de los peques. Pretenden que la comida no sea de cátering, que no venga de fuera. Unos 1.500 centros escolares andaluces sirven cátering frente a una minoría que cocina el almuerzo en el mismo lugar con personal que trabaja en el colegio. También los hay con fórmula mixta: la comida viene de fuera pero hay cocina para, digamos, dar el último toque.
Adelante Andalucía lleva tiempo consensuando con padres y asociaciones esta iniciativa, teniendo en cuenta también, eso ya lo dice el que suscribe, que no hay que demonizar a las empresas de cátering, que emplean a miles de personas. No sabemos si en la variedad está el gusto, pero sí que lo deseable sería que nuestros infantes, que en realidad viven y se alimentan de mirar pantallas, tuvieran también un menú que llevarse a la boca apto, saludable, equilibrado y sabroso. No es mucho pedir. Mucho pedir sería que les sirviera la comida un chef con estrella Michelin, lo cual no sería tampoco agradecido por nuestros amados zangolotinos, que vendrían a casa diciendo: «mucha lechuga» o «la sopa tenía un sabor raro».
A veces, ser padre es querer que a tu hijo le cocinen como a ti te cocinaba tu abuela, siendo que cuando tu abuela vivía te ibas a comer a una hamburguesería. A los niños hay que alentarles la capacidad de elección, para que sean libres e independientes. Y críticos. Salvo si del menú de mediodía se trata, que no puede ser a base de pizza todos los días. No, no todo puede llevar salsa de tomate. Eso es lo que quisieran. Tan importante como la lista de los reyes godos es imbuirles que una manzana no es un artefacto radioactivo. De los modales en la mesa hablamos otro día. No, hoy: también educar es inculcar que no se comen garbanzos con la boca abierta. Más peliagudo sería abordar la relación entre el tenedor y las sardinas.
Antes, el niño te llegaba con manchas de salsa de tomate en la pechera y una rodilla en escabeche. Ahora, la tertulia en el recreo sobre el último videojuego de moda los puede traer ayunos y sin las bisagras y articulaciones estrenadas. Hay muchos niños obesos: va en proporción a la cantidad de padres que se quejan del menú escolar pero en su casa tienen instalado poco menos que un almacén de bollería industrial. Y encima te dicen: mi niño está para comérselo.
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