Opinión | Málaga de un vistazo

El contenedor

"Nunca me había parado a pensar dónde acabará todo lo que sólo tiene valor para mí, pero lo siguiente en lo que pensé fue en mis libros"

Libros junto a uno de los puntos limpios de Málaga

Libros junto a uno de los puntos limpios de Málaga / L.O.

Existen personas con un don especial para la oratoria. Sin embargo, no todos identificamos esa belleza de igual manera ni en las mismas almas. En mi caso, y en indistinto orden, el quinteto titular lo conforman Jesús Quintero, Nieves Concostrina, Antonio Manuel, Eduardo Galeano y Facundo Cabral. Todos conocidos por su nombre de pila real salvo Facundo, que se llamaba Rodolfo Enrique. En una de sus divagaciones, guitarra en mano, recitaba el trovador que, cuanto menos bienes materiales se poseen, se es más libre.

Hace poco más de un mes me reencontré con una profesora ya jubilada del instituto y estuvimos toda una tarde charlando en una terraza de la plaza del Obispo. En la conversación, le mostré una biografía que escribí hace una década a quienes fueron mis vecinos en Trieste. En ella, hay mucho de sus vidas escaneado: retratos, boletines de notas, cartas... Ella me dijo: «yo lo estoy quemando todo poco a poco». Me sorprendió y le pregunté por qué. Me dijo que no quería que sus recuerdos acabaran esparcidos entre la basura, como tantas fotos y postales que encontró más de una vez sobre el asfalto bajo los contenedores de donde vive. Memorias de vecinos suyos después de fallecer. Nunca me había parado a pensar dónde acabará todo lo que sólo tiene valor para mí, pero lo siguiente en lo que pensé fue en mis libros, y acto seguido, en los suyos. Se ofreció encantada a invitarme a una ‘barra libre’ de libros en su casa. Podía llevarme todos los que me gustasen. Mi aceptación no se hizo de rogar. Y es que, aunque al oír «contenedor» lo asociemos con basura, los de lo bello son los libros, y no habría nada más triste que verlos acabar en esos otros contenedores.

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