Opinión | El adarve

Bullying en el instituto

No es difícil imaginar el terror de Antonio al volver al instituto el día siguiente a estas grabaciones. ¿Sucederá de nuevo? ¿Me estarán esperando?

La madre del menor con parálisis agredido en Santander denuncia que las medidas no están funcionando

La madre del menor con parálisis agredido en Santander denuncia que las medidas no están funcionando / La Opinión

Hace unos días publiqué en este espacio un artículo titulado “Bullying en la Casa Blanca”. Decía allí que este tipo de imágenes, difundidas para el mundo entero sobre hechos tan repugnantes, son un pésimo ejemplo: el presidente de un país pequeño es sometido a una encerrona por el presidente del país más poderoso mundo. En esa encerrona es objeto de amenazas, de presiones, de agresiones, de humillaciones... El escarnio se televisa para todo el mundo sin el menor reparo. Eso es lo normal. Eso es lo que hay que hacer. Quien tiene poder lo utiliza como se le antoja.

No pretendo establecer un nexo causal entre un caso de bullying y otro. No diré que lo que sucedió hace días en la Casa Blanca tenga nada que ver con lo sucedido en el IES de Santander Leonardo Torres Quevedo en el que un alumno de dieciséis años con parálisis cerebral ha sufrido una terrible encerrona en una dependencia del centro educativo. Lo que sí digo es que en contextos viciados por la violencia es más fácil que se produzcan casos de violencia. Lo decía de forma contundente Humberto Maturana: tenemos que hablar tanto de valores porque no los practicamos. Si lo hiciésemos, los niños y los jóvenes los aprenderían por ósmosis. Por eso me preocupa tanto la cultura que estamos construyendo en la que lo que importa es el individualismo, la rivalidad, la violencia, el dinero, el poder, el insulto, la manipulación y el maltrato de los débiles…

Imágenes estremecedoras

Acabo de ver en el programa de televisión “Al rojo vivo” unas imágenes estremecedoras en las que se puede ver cómo un adolescente en silla de ruedas, que padece parálisis cerebral, está siendo acosado, golpeado, amenazado con sillas, ridiculizado, retado y empujado entre risas contagiosas… La silla de ruedas va y viene al compás de las frases retadoras y de las risas de los cobardes compañeros. Antonio levanta las manos reclamando una ayuda que no llega y tratando de esquivar los golpes y las patas o el respaldo de las sillas que blanden sus compañeros de clase. ¿Se les puede llamar compañeros? Uno de los miembros del grupo graba las vergonzosas imágenes. No solamente abusan de un compañero indefenso sino que se sienten tan orgullos de su hazaña que pretenden exhibirla para que otros la vean y la jaleen. Hay que dejar claro quién tiene la razón de la fuerza, aunque no tenga la fuerza de la razón.

Las escenas son grabadas en una dependencia del Instituto. No es un asunto menor el hecho de que las agresiones se produzcan en un centro de enseñanza. Es decir, en un lugar donde los asistentes tienen que aprender a respetarse, a ayudarse, a convivir. No se producen en la calle, en un parque o en una discoteca. ¿Cómo pueden pensar los padres de este chico que, cuando le dejan a la puerta del Instituto cada mañana, le están dejando en una selva en la que corre peligro su integridad física?

Parálisis cerebral

La víctima es una persona con parálisis cerebral. Es decir, una persona que no puede ni huir ni defenderse. Es curioso el mecanismo que utilizan los matones para elegir a sus víctimas. El hecho de que Antonio padezca parálisis cerebral añade, en este caso, una dosis nada desdeñable de crueldad.

Como suele suceder en los casos de bullying, el grupo actúa como una unidad de planificación, de acción y de celebración. Unos se animan a otros, unos se apoyan en otros, unos se ríen de lo que hacen los otros. Una manada en acción. El grupo se conexiona, se hace más fuerte a través del dolor de la víctima.

No es difícil imaginar el terror de Antonio al volver al instituto el día siguiente a estas grabaciones. ¿Sucederá de nuevo? ¿Me estarán esperando? ¿Me harán daño otra vez? ¿Puedo ir solo al baño sin peligro? No es difícil saber cómo son sus noches y sus sueños. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué me han elegido para esta burla? ¿No tengo ya bastante con mi discapacidad? ¿Qué he hecho mal para ser castigado tan cruelmente?

La víctima no lo es solo cuando se producen los hechos de abuso sino todos los momentos en que pueden desencadenarse de nuevo. La víctima sigue siendo víctima no solo cuando recuerda lo sucedido sino cuando teme que vuelve a pasar.

La madre descubre las grabaciones

Es muy probable que esos matones de tres al cuarto le hayan dicho a su víctima que, como se le ocurra abrir la boca, como se le ocurra delatarlos ante sus padres o ante los profesores lo va a pagar caro. ¿Cómo no creerles después de lo que han hecho? Por eso no ha dicho nada ni en casa ni en el Instituto. La madre, que ha descubierto las grabaciones, es la que levanta la liebre de las atrocidades.

La dirección del centro, cuando conoce los hechos, expulsa durante cinco días a los verdugos. Y regresan al aula donde Antonio sigue como si nada hubiera pasado. Difícil situación porque estos chicos, casi inevitablemente, atribuirían el castigo a la delación que el compañero había hecho de lo sucedido a su madre.

Como puede verse en la grabación están solos en la sala la víctima y sus verdugos. No hay testigos que puedan ver lo que ha sucedido y comunicárselo a los profesores y a la familia. Este hecho muestra de forma incontrovertible que ha existido una planificación minuciosa. No están allí los cinco por casualidad. Han elegido la hora, la estrategia para estar en ese lugar. La precaución de que nadie pueda sorprenderlos. El tiempo necesario para la extorsión y para la sigilosa retirada.

Al parecer es la madre de Antonio quien descubre la grabación en el móvil de su hijo. No es difícil imaginar la angustia de la madre al ver esas imágenes. La impotencia, la tristeza, la rabia y la indignación habrán competido para gobernar su corazón. ¿Cuánto ha sufrido mi hijo en silencio? ¿Cuántas lágrimas ha derramado en soledad? ¿Cuántas veces han sucedido historias como esta? ¿Por qué no nos ha dicho nada? ¿Cómo es posible que nadie haya visto o sospechado nada?

La madre de Antonio ha acudido a un programa de televisión y, ocultando el rostro, ha dicho que no le parece una buena solución que los agresores y la víctima compartan las mismas clases en el mismo espacio, como si nada hubiera pasado y como si nada de lo sucedido pueda repetirse.

Ceguera

El IES tiene que revisar sus planteamientos. Muchas veces me he preguntado por la curiosa ceguera que padecemos los profesores y las profesoras para no sospechar lo que está pasando, para no ver el dolor de las víctimas. Ya sé que es difícil tener el control y la vigilancia de cada rincón. Los alumnos tienen la habilidad de esconderse y de guardar el anonimato.

Me interesaría conocer la reacción de las familias de los agresores. Ahí está una de las claves del problema. ¿Cómo han reaccionado ante los hechos? ¿Cómo los han explicado? ¿Han pedido perdón a la familia de Antonio y, sobre todo a él como principal víctima de la brutalidad de sus hijos? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que esos chicos hayan cometido un atropello tan cruel contra una persona con una severa discapacidad y, además, que hayan tenido la crueldad añadida de grabarlo?

Me pregunto también si ningún alumno de todo el Instituto sabía o intuía algo de lo que pasaba con estos matones. ¿No se había filtrado ninguna información sobre estos hechos? Y, si así fuera, ¿nadie sintió la obligación moral de denunciarlos?

La escuela tiene la misión de enseñar a convivir. Estos hechos constituyen un testimonio del fracaso de nuestras pretensiones educativas. Tenemos que revisar nuestras actuaciones, nuestras actitudes, nuestras concepciones de la práctica. Está claro que el mensaje no les ha llegado, que no les ha impactado, que no lo han hecho suyo.

Hace unos años dirigí la tesis doctoral de la profesora Lourdes de la Rosa Moreno sobre la historia de vida de una persona con parálisis cerebral. Varios años de investigación plasmados en el libro “Historia de Vida de Ángel. Parálisis cerebral, normalidad y comunicación”, que gustoso prologué. La capacidad de análisis de estas personas es magnífica y su sensibilidad extrema. El bullying para ellas es doblemente cruel porque no pueden defenderse. Juntos (familias y educadores) tenemos que acabar con esta injusticia, con esta sinrazón

Tracking Pixel Contents