Opinión | En corto

Cura de caballo para ateos

Una parte del éxito de Donald Trump, no solo en su parroquia, una secta cerrada sobre si misma, es su fidelidad al libreto mesiánico. Erigido en nuevo portador de la ley mosaica -detesta casi seguro el nuevo testamento- a la hora anunciada previamente baja de la órbita oval y promulga unas tablas de la ley con forma de tablas de la ley, con un listado de premios y castigos por países, calculados con arbitrarias fórmulas de su cosecha y corregidos en función de afinidades, o sea, del grado de adhesión a la antigua alianza (que nada tiene que ver con la Atlántica, claro). Sus devotos guardan un devoto silencio alrededor, mientras fuera del círculo, pasados unos momentos de pasmo, se empieza a alzar un murmullo, un gorjeo, el de los pecadores que cuchichean entre ellos mientras hacen cuentas del castigo que les toca. Lo peor de la broma es que más o menos nos va a tocar a todos.

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