Opinión | DESPERFECTOS

Los chats del trumpismo

El oficio de la política está descapitalizándose y quizás sea por eso que en la primera fila de la administración Trump no hay políticos profesionales. Están Trump, inversor inmobiliario; Musk, el hombre más rico del mundo; J. D. Vance, figura más que insólita, y Robert F. Kennedy, denostador de las vacunas. Esa partitura parece estar fallando en sus compases iniciales y resulta que la segunda línea del poder norteamericano -con experiencia política probada- vive de rectificar y matizar los fiascos de la primera. A pesar de todo, el arte de la política -nutrido de la prudencia, el saber y también la imaginación- sigue siendo un bien público.

Ha sido una chapuza espectacular el episodio del chat de alta seguridad al que, por torpeza o error, fue invitado el director de la revista The Atlantic. Aquel chat sobre los bombardeos contra el frente hutí en el Yemen y otros asuntos altamente confidenciales tiene algo de escena absurda en una comedia de errores, pero ahí estaban chateando el consejero de Seguridad Nacional, el secretario de Defensa y también el vicepresidente Vance, con el director de The Atlantic -Jeffrey Golberg, habitualmente insultado por Trump- inscrito en el chat y apuntándolo todo. La CIA estaba al tanto. Puesto que el chat transcurre en la red de seguridad Signal, ya tenemos Signalgate. El asunto ya está retronando entre los muros insignes del Capitolio. Haber quebrado la ciberseguridad nacional va a ser erosivo para la Casa Blanca.

Eso puede parecer una anécdota pero no tanto si se tiene en cuenta que el espionaje chino no para ni en el instante de parpadear. Con el 11-S, el espionaje norteamericano se concentró en el frente antiterrorista, bajó la guardia con la Rusia de Putin y no tuvo en cuenta el avance de China. Hubo advertencias internas, pero lo primero eran Irak y Afganistán.

Mientras tanto, China se expandía construyendo o comprando infraestructuras en todo el mundo, invirtiendo en inteligencia artificial y espiando implacablemente a las potencias occidentales. En 2049, al celebrar los cien años del comunismo en China, habrá gran espectáculo, como lo fue hacerse con Hong Kong o ser sede olímpica. Para entonces, Trump ya no estará en la Casa Blanca pero Jinping casi seguro que seguirá en el poder. Si ahora -según estimaciones moderadas- el hackeo chino en curso supera el total del que practican los gobiernos occidentales, con los chats del trumpismo perpetrando chapuzas no habrá nada que Jinping no sepa.

En sus apariciones públicas, el presidente Trump ha quitado importancia al percance del Signalgate. Es el estilo trumpista, lanzar cada día un nuevo titular para que tape los desperfectos del día anterior. Y así está la Unión Europea, cayendo en las trampas, hasta el punto de recomendar un kit de supervivencia en caso de ataque ruso. Por su parte, la China de Jinping lo está hackeando todo, porque se levantan temprano, trabajan largas horas y manejan el ábaco como los ángeles caídos. Entre la ciberinteligencia china y los chats trumpistas la partida está cantada.

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