Opinión | Viento fresco

Bocata de media mañana

La costumbre renace en algunos lugares aunque lo más normal es que la mañana se esfume rauda sin que a veces ni reparemos en que ya no volverá

Alegres mañanitas.

Alegres mañanitas. / l.o.

Leo que algunos lugares de España vuelve a ponerse de moda el bocadillo de media mañana. No el desayuno ni el aperitivo, el bocatón vivificante a eso de las once o doce de la mañana, eso que en el Levante se llama almuerzo.

Al parecer, dice la noticia, tal costumbre matinal se estaba perdiendo. Yo creo que más bien lo que se está perdiendo es la mañana, que se le va a uno en un suspiro, en el lento autobús, en un atasco o en la oficina. En la inopia, incluso. De pronto, te das cuenta y zas, te acabas de levantar, crees, pero ya son las tres de la tarde. Dónde habrá ido la mañana. Habrá un cementerio de mañanas: de mañanas olvidadas, no vividas, mañanas transitadas sin detenerse en ellas, sin ser consciente de que se está en esa primera parte del día, que tantas expectativas concita. Sin embargo, si te comes un bocadillo a mitad del ciclo matinal, tal vez reflexiones acerca del hecho cierto de que estás vivo, de que aún queda mucho día que afrontar y que el salchichón es buen invento.

Hay quien confina el bocata de media mañana en el apartado: ‘costumbres del currela’. Y ese es nuestro pecado: estamos más inclinados a importar costumbres de un influencer americano que de alguien que sabe dosificar el cemento y levantar un muro de ladrillos (pura sabiduría) en menos de lo que canta un gallo, animal que con lo pronto que se levanta seguro que hace varias comidas al día y no dos o tres solamente.

La única duda existencia cuando el bocadillo mediomañanero sería si acompañarlo con otro café o con una bebida contundente tipo cerveza, vino o carajillo. Si en los talleres de escritura pusieran como ejercicio describir la sensación que produce en el paladar un carajillo, nuestras prosas y convivencias, nuestras lecturas, mejorarían mucho, aunque tal vez produjeran unas sensaciones y un mundo más mareante. Sería necesario entonces comerse otro bocadillo para seguir en pie.

Los nutricionistas tienden a decir que hay que hacer cinco comidas al día, de no mucha cantidad, pero claro, al dietista solemos ir en ayunas y es entonces cuando cinco comidas nos parecen pocas, por eso nos enredamos en una discusión con él y consumimos su mañana, con lo cual este hombre no puede tomarse el bocata de media mañana y se conserva delgado. Es decir, mantiene su autoridad como nutricionista. Todos ganan. Menos el del bar.

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