Ahora limpia los cuartos de baño

La casa a la venta más cara de España está en Marbella. Cuesta setenta millones. Y es una horterada.

Cuenta con columnas a la entrada, se sitúa a 300 metros sobre el nivel del mar y tiene más de cinco mil metros. Supongo que los lectores de esta noticia (habitaciones de 40 metros cuadrados, cine, sala de billar, piscina de 22 metros) fantasearan, soñarán, con vivir ahí. A mí me causa una pesadilla pensar en cómo mantener limpios los 20 cuartos de baño y qué hacer con 42 coches. Sí, el párking subterráneo es para 42 coches. Menudo añito, pasando diez, veinte, cuarenta Iteuves. «Caballero, que en este Mercedes tiene usted otra vez mal el delco».

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Será la mentalidad de pobre, pero yo no estaría tranquilo, pongamos, en una fiesta con tanta gente en tantos cuartos de baño haciendo sus cositas, tantos pasillos y tanta gente dentro de casa, diariamente, para poder mantener todo eso. Yo soy de los que me asusto en el pasillo de mi piso cuando al levantarme me topo con alguien, y eso teniendo en cuenta que las posibilidades son reducidas: o es mi mujer o es mi hijo. Pues fíjense con la casa llena de mayordomos o invitados. Porque si tienes una casa así es para llenarla de gente. Hay quien se muda a una casa más grande para que le quepan mejor las ausencias.

La noticia dice que la cocina mide sesenta metros y es de última generación. A mí me gusta la generación anterior: la cocina de las abuelas. Con sus croquetas, su puchero y lentejas. Posee domótica inteligente, que si es inteligente seguro que me dice a la una de la madrugada que me tengo que ir a dormir, que ya he visto bastantes capítulos de la serie. Imagine que le dice usted a una domótica inteligente a las cuatro de la madrugada que se le ha antojado leer a Baroja y que encienda la luz. Lo mismo la domótica es tan inteligente que prefiere a Galdós o prefiere que usted duerma o es una domótica que duerme de madrugada.

Me imagino en esa casa viendo El pisito, de Berlanga. O leyendo noticias sobre el problema de acceso a la vivienda. En esto del casoplonerío pasa lo mismo que con lo de los barcos. En efecto: es mejor tener un amigo con barco que un barco. Mejor un amigo con casoplón que un casoplón que mantener. Si tienes un amigo con casoplón solo tienes tres obligaciones: decir «qué casa más bonita tienes» y elegir qué whisky quieres de entre los 40 diferentes que posee tu amigo. La tercera es decir hasta luego. Pero si la casa es tuya no sabes quién es amigo de verdad. Se te multiplican. Y se te beben el whisky.