Opinión | Viento fresco

Una oficinita para tu ex

Algunas comunidades regulan un estatus para los expresidentes. Con chófer. O sea, un conductor para llevarte cuando no tienes donde ir

Isabel Díaz Ayuso.

Isabel Díaz Ayuso. / EFE

Ayuso quiere regular la figura de los ex. De los expresidentes de la Comunidad de Madrid. Ya dijo en legendaria frase que una de las virtudes de Madrid, como gran ciudad que es, es que «nunca te cruzas con tus ex».

La primera impresión al leer la noticia es que está pensando en ella misma. En su jubilación. A su novio no le hace falta, se busca bien la vida el hombre. Y eso que a Ayuso le queda mucha guerra (a Feijóo) que dar. Pero resulta que no será con carácter retroactivo (qué susto, imaginaba un nuevo chollo para Joaquín Leguina). Aunque ella ya hará una artimaña para beneficiarse, por mucho que su sueño no sea salir de la Puerta del Sol a una residencia, si no a La Moncloa.

Los expresidentes de Madrid del futuro tendrán pensión pero no vitalicia, chofer y asesores. Hay gente a la que le ponen coche cuando ya no tiene dónde ir. Siempre puede dar vueltas a la M-30. Los ex siempre quedan bien en según que actos. Salvo en una boda. Si en España hubiera un sindicato de expresidentes del Gobierno, Rajoy sería el tesorero, Felipe González el presidente y Zapatero no iría a las reuniones porque estaría en la tele con Ferreras o zascandileando en Hispanoamérica. Aznar sería delegado en Washington.

Un político inglés dijo una vez «yo soy exposible primer ministro». Todos somos ex de algo o de alguien y hay quien lleva eso como un baldón y quien lo luce como un título. Que tiene más o menos valor. Por ejemplo, ser ex de Julio Iglesias es pertenecer a un club demasiado amplio que tal vez para un encuentro o congreso requeriría de un estadio. Los ex y las ex también son muy cotizados en según qué programas de televisión. Un caballero o una señora que se precien no hablan de sus ex y sus intimidades con ellos, salvo si aparece Tele 5 y te ofrece un buen cheque y aparición en prime time.

Los catalanes ya fueron pioneros, como en tantas cosas, en aprobar un estatuto para expresidentes. La razón bien pudo ser que Pujol tuviera dónde ir al levantarse; Maragall lo disfrutó poco y Quim Torra aprovechará el tiempo y la canonjía para perpetrar algún texto sobre seres inferiores. Puigdemont va por libre aunque si estuviera en España no estaría en libertad. A él ya le pagan casoplón y a juzgar por las fotos y evolución corporal, más que proporcionarle manuntención habría que ponerlo a régimen. En el pasado había quien le ponía un piso a su ex. Y una mercería. Bueno, gente como Ábalos sigue aún presuntamente esos usos. Ahora los políticos se ponen oficinas unos a otros. Para que se sientan jóvenes se las podrían amueblar con muebles de Ikea. Es mobiliario, como algunas ideas, fácil de desmontar.

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