Opinión | Semana Santa de Málaga 2025
Los últimos alfileres de José Luis
Hace 65 años que Palomo se encarga de vestir a la sagrada imagen de Jesús Cautivo y lograr ese efecto místico, único e inimitable, de que parezca que anda. Toda una vida junto al Señor. Este Sábado de Pasión, sus manos han vuelto a disponer, uno a uno, los plieges de esa túnica blanca para que se repita el milagro de cada Lunes Santo. Ha sido la última vez

José Luis Palomo viste este Sábado de Pasión a Jesús Cautivo / L. O.
José Luis Palomo ha sido testigo privilegiado de los milagros del Señor de Málaga. A él no se lo pueden contar, porque los ha vivido. Algunos incluso en primera persona. José Luis pertenece a esa extraña grey de cofrades que, en tiempos realmente complicados, se echó la hermandad a la espalda. Nadie, ni siquiera él mismo, apostaría por ese chaval de 17 años que, en vez de irse a jugar a la pelota como el resto de sus amigos, prefería acudir desde su casa de la calle Rafaela hasta la iglesia de San Pablo para rascar con una espátula la cera que caía sobre el suelo de la capilla del Cautivo. Iba junto a su Señor. Y con Él, muy cerca, ha estado durante los últimos 65 años, siendo su vestidor y custodio de su ajuar y logrando ese efecto místico, único e inimitable, de que parezca que anda cada vez que es Lunes Santo.
Conozco a José Luis y le quiero mucho. Forma parte de mi vida, no solo la cofrade. Esta misma mañana de Sábado de Pasión hemos renovado la liturgia con un fraternal saludo antes de iniciarse la Misa del Alba y mientras aguardábamos la llegada del obispo. Tengo un padre al que admiro por su discreción y disposición al servicio, del que he aprendido muchas cosas. Siempre ha sido un ejemplo de educación, rigor, formalidad, voluntad, responsabilidad y amor por sus hijos (ahora también por sus nietas). En este mundo cofrade, mi padre me ha enseñado a circular por las autopistas del sentido común, donde hay veces que da miedo encontrarte de frente a alguien dispuesto a embestirte a toda velocidad. Pero en el Cautivo cuento con otro 'padre cofrade' que me supo abrir las puertas y que confió en mí siendo aún casi un niño, quizás más de lo que yo mismo lo hacía, pese a mi aparente seguridad. Con él, el Señor me hizo un preciado regalo. Ahora que uno es 'cautivo' de la intrascendencia, templada y acogedora, no crean, se sabe apreciar mucho más.
Nos hemos puesto de acuerdo en muchas cosas y también hemos discrepado en muchas otras. Pero la discusión siempre era respetuosa y, cuando corría el riesgo de elevarse, ambos optábamos por el silencio prudente. "No he contado 33, sino hasta 333", me decía cuando la impulsividad propia de la edad podía hacer que cometiera algún exceso verbal. Pero entre ambos conseguimos una química especial, aun siendo de distintas generaciones, que permitió que la corporación afrontara proyectos que, más de uno, pensaban que eran imposibles. Ahí quedaron. Y para la posteridad, en una fotografía del 21 de octubre de 2000, llevando junto a Mariola al altar mayor de la Catedral la corona de coronación canónica de la Virgen de la Trinidad, y que le regalé, cuando la cofradía le impuso su medalla de oro, en un portarretratos de plata que me enseña siempre que voy a su casa.
Palomo es una referencia absoluta. Modelo de cómo ser y estar en hermandad. Acaba de cumplir 82 años pero su espíritu permanece joven. Su cabeza es un reloj. Físicamente aguanta, a pesar de que la pierna le da a veces demasiado la lata. Para él, una obviedad son siete minutos. Pero su explicación es capaz de embaucarte y transportarte a ese Cautivo en blanco y negro de mucha penuria pero grandes, carismáticos e imaginativos cofrades. Lo tiene todo anotado, con caligrafía inconfundible, en sus agendas. Se podría escribir no un libro, sino el tercer tomo de 'Cautivo-Trinidad', de sus siete años de hermano mayor con las notas que se conservan en esos cuadernos. De todo lo que ha hecho por el Cautivo, antes y después de sus fructíferas mayordomías en las que tuvo la habilidad y la visión de superar el cortoplacismo y establecer un plan estratégico en todos los órdenes, por lo que la cofradía pudo y supo crecer.

José Luis Palomo, junto al Cautivo, encima del trono en el tinglao de la calle San Quintín. / L. O.
Hace 65 años que tomó el relevo de José María Marzo tras auxiliarle durante dos años y comenzó a vestir al Cautivo. Poco a poco fue adaptando sus atributos a sus gustos. Hombreras, el cuello, las mangas, la cola, la corona de espinas, el escapulario... las vueltas del cíngulo que ciñe su cintura... las que le oprimen las muñecas... Amarrarle las manos es, sin duda, la parte más difícil de su labor. "Si lo hago es por mantener su iconografía, lo que es irrenunciable", dice.
José Luis Palomo ya es el hermano más veterano del Cautivo. El número 1 de la nómina. Entró en la cofradía en 1954 de la mano del hermano mayor de entonces, Enrique Enríquez, ya que estudiaba con su hijo en la Escuela de Comercio y tenían una gran amistad. La familia conocía su devoción por el Cautivo y su vinculación con la parroquia de San Pablo, donde se preparaba para recibir la primera comunión. "Estoy convencido de que el Cautivo me puso en su camino", dice siempre. Sin tener entonces la más mínima sospecha de que iba a tener el honor de ser su vestidor durante 65 años.
Estar cerca del Cautivo le ha hecho también recoger el amor que el pueblo le demuestra durante todo el año. "Este hecho hace que tus sentimientos se sitúen muy cerca de los de aquellos que sufren y también de los que van a darle gracias". Palomo está convencido de que todos los que se acercan al Señor lo hacen movidos por la fe. "Sólo hay que estar delante de su capilla cualquier día del año para comprobar que allí lo visitan, probablemente, personas que no creen en nada más que en Él. Esto me lleva a pensar que el Cautivo es como una puerta que se abre para ellos".
Puede que en todo este tiempo haya usado unos 10.000 alfileres para ajustar los plisados de su túnica, y los encajes de sus mangas. Para sellar la cola al monte y que se cree la maravilla de verle andar entre la multitud, sobre su trono de caoba y plata. Que nunca ha llevado ventilador o artilugio parecido. Es la brisa la que remueve la ligera tela de piel de ángel con la que va revestido. Precisamente su suegra, Josefa Romero Mora, fue la encargada de confeccionar la primera túnica que tuvo el Cautivo con este tejido que le vendió en el Río de la Plata Francisco Piédrola. Corría el año 1962.
José Luis Palomo no sería el mismo sin su Señor. Málaga tampoco. "Es más que una imagen que sale a la calle el Lunes Santo, es todo un fenómeno social", resume. ¿Y el Cautivo sería el mismo con una túnica de otro color? "No". Tajante.
Junto a él, Mariola, que también ha sido testigo de los milagros del Cautivo. Y tras ellos, sus hijos e hijos políticos. Y sus nietos. Porque la devoción de José Luis ha creado escuela y ha echado raíces en su familia. Desde el principio. Hasta el final. Porque aunque un sucesor se encargue a partir de ahora de esta dignísima labor, en la que Fran Cabello le viene auxiliando desde la Semana Santa de 1990, Palomo estará ligado al Cautivo por siempre.
PD. José Luis, que actuó de testigo en mi boda, no sabe que iba a escribir ni publicar este artículo. Sus frases entrecomilladas son fruto de las infinitas conversaciones que ambos hemos mantenido durante todos estos años. Y por muchos otros más. Porque solo sabremos lo que somos y a dónde vamos si conocemos de dónde venimos. Que no es de antes de ayer.
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