Opinión | Pensamientos

El falso cura

Un hombre lleva tiempo ejerciendo de sacerdote franciscano sin estar vinculado a esa congregación, ni haber recibido las sagradas órdenes

Tanatorio de Getxo

Tanatorio de Getxo / L.O.

Hete aquí que en varios tanatorios de Vizcaya llevan años contratando a falsos curas para que oficien responsos en favor del alma de los difuntos. La figura del impostor, tan presente en la historia de la humanidad, ha llegado hasta los servicios funerarios.

La noticia la adelantó hace unos días la Cadena Ser. Un hombre lleva tiempo ejerciendo de sacerdote franciscano sin estar vinculado a esa congregación, ni haber recibido las sagradas órdenes. El espabilado se atavía con un alba y una estola y se dedica a oficiar responsos y exequias; también consuela a los deudos y les facilita consejos espirituales.

Las empresas saben que es un falsario, pero les importa un pepino. Le pagan unos 100 euros por cada «actuación» y le vuelven a llamar cuando las familias reclaman una despedida católica.

La cosa tiene su miga. Expertos consultados hablan de dos posibles repercusiones: el fraude al consumidor y el daño moral.

Me importa mucho más esta segunda consecuencia. España ha dejado de ser mayoritariamente católica, pero a la hora de la muerte seguimos practicando los ritos religiosos. Además, para los creyentes el momento del tránsito es muy importante: se va a la vida eterna y se debe emprender el viaje de la mejor manera posible.

La llamada comunión de los santos sirve para que desde este mundo podamos interceder por los que ya no están. Es el poder de la oración.

Si nuestros rezos son sinceros, moverán montañas. El problema nace cuando el mediador es un suplantador.

La sociedad se mueve (lo hemos dicho en muchas ocasiones) por la confianza. Cuando acudimos a un profesional, sea mecánico, fontanero o abogado, lo hacemos en la suposición de que cumplirá la lex artis, es decir los niveles de calidad exigibles a su rol.

Sin embargo, algunos embaucadores se hacen pasar por letrados, doctores, sacerdotes, policías, guías espirituales… Siempre buscan algo con estos engaños: vanidad, dinero, sexo, drogas… Siempre hay víctimas afectadas.

Habrá que ver la cara de pasmo de los clientes de esos tanatorios al descubrir que aquel señor vestido de presbítero no era tal: era un simple actor, un aficionado, un buscavidas en el momento de la muerte. Igual hizo bien su trabajo, pero ha quebrado un principio básico para la cohesión social.

La diócesis de Vizcaya hace tiempo que denunció estas prácticas. Las funerarias afirman que no les mandan suficientes curas para las ceremonias. A la escasez de sacerdotes se une que éstos prefieren celebrar los funerales en sus parroquias, con consagración incluida. Así que «más madera».

Los juristas aseguran que se pueden emprender acciones legales por intrusismo. La Iglesia suele denunciar cuando los presbíteros simulados cometen estafas. En este caso parece que no intervendrán los jueces (menos mal). Con la historia de las exclarisas de Belorado estamos asistiendo a un espectacular desfile de curas y obispos de opereta. Pero eso es otro cantar.

El impostor tiene las de perder. Tarde o temprano será descubierto. Mientras tanto, sigue trampeando en la creencia de que habrá suerte y no le pillarán. Hay casos muy llamativos, como el del sindicalista español Enric Marco, que se hizo pasar durante años por superviviente del holocausto. O el de la también compatriota Alicia Esteve, mundialmente famosa como víctima espuria de los atentados del 11 de septiembre de 2011. ¿El franciscano de pega vasco seguirá a lo suyo? n

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents