Opinión | Marcaje en corto

El lacrosse, de nuevo olímpico

En 2028 Los Ángeles será, de nuevo, sede olímpica y será la hora de desempolvar deportes que no formaban parte del programa oficial desde los primeros años del siglo pasado. Es el caso del lacrosse. También del críquet

Un grupo de jóvenes jugando un partido de Lacrosse

Un grupo de jóvenes jugando un partido de Lacrosse / L.O

Llegará 2028 antes que de que Málaga sea de nuevo sede mundialista. Y entonces Los Ángeles será, de nuevo, sede olímpica. Como cuando en 1984 España hizo las Américas, casi cinco siglos después, y vino con plata al cuello. Esa vez por obra y gracia de Antonio Díaz-Miguel, leyenda del baloncesto nacional que guió a los Romay, Fernando Martín, Corbalán, Solozábal, Epi, López Iturriaga o Andrés Jiménez. Hicieron historia, pues plantaron cara en la final a unos anfitriones que por entonces lideraban, ahí es nada, auténticos gigantes de la canasta como Michael Jordan, Chris Mullin o Patrick Ewing.

De nuevo habrá Juegos Olímpicos en la misma sede, 44 años más tarde, y será la hora de desempolvar deportes que no formaban parte del programa oficial desde los primeros años del siglo pasado. Es el caso del lacrosse. También del críquet, que resulta bastante más conocido. Nos tenemos que situar en París 1900 o en Sant Louis 1904 para encontrar los últimos medallistas olímpicos en cualquiera de estas dos disciplinas.

Para describir cómo se juega al lacrosse, también denominado lacrós en los escasos países latinoamericanos donde se practica de manera oficial, lo mejor es traerles a la memoria un clásico del cine de terror como el Silencio de los Corderos. Porque sustituyan la máscara de cuero de Hannibal Lecter por una especie de gafas elaboradas a base de esparto y cuerdas y verán que, además de permitirles iniciarse en este singular deporte, les reporta un buen complemento para la próxima fiesta de Halloween.

Esas máscaras protectoras, habituales en el caso de las mujeres, incluso pasan a ser cascos para la versión masculina de un deporte que diferencia las reglas según el género. Porque el contacto físico forma parte del juego, bastante más que en el balonmano. Entre las féminas, los choques bruscos penalizan. Pero para ellos las reglas son más flexibles.

Los jugadores utilizan palos con redes a modo de cestas en las puntas y, aunque se empleen pelotas de goma, aquí el objetivo no es el de buscar el frontón. Los goles se anotan cada vez que se supera al portero y se aloja la pelota en la red del equipo contrario. Cada equipo lo integran, además del arquero, tres delanteros, otros tres mediocentros y tres zagueros. Así que se miden diez contra diez desde el pitido inicial. Como si en fútbol ambas escuadras de inicio hubiesen sufrido una expulsión.

Sólo hay una competición profesional en el mundo. La que se juega sobre césped entre conjuntos de Estados Unidos y Canadá. La alternativa la representa, bajo techo, otra liga profesionalizada, la denominada National Lacrosse League. Y si bucean en los archivos podrán conocer que el origen de este deporte se remonta al pueblo indígena cheroqui, tan habitual en tantas y tantas películas del Oeste.

La forma ancestral de enfrentarse palo en mano y con una pelota pequeña generaba importantes lesiones entre los propios jugadores. No había piedad, según relatan crónicas antiguas, a la hora de arrebatar la goma al contrincante. Pero lo más curioso es que los partidos se solían prolongar durante varios días.

Si nos remontamos al siglo XV, más atrás del momento en el que Colón pisó el nuevo continente, los equipos podían llegar a alinear a más de un centenar de auténticos guerreros. Las porterías eran originariamente rocas o árboles de gran tamaño. ¿Y cuánto medían las canchas? Se han documentado algunas de más de siete kilómetros. La goma moderna era entonces sustituida por cuero obtenido de la piel del ciervo. Más que un deporte, todo apunta a que se trataba de una manera de entrenar para el combate a los integrantes de un potencial ejército, capaz de arrebatarle su hegemonía en un territorio a cualquier otra tribu.

Por supuesto que el nombre moderno les suena a francés. Y no andan equivocados. A cien años para que alcanzara su condición de deporte olímpico, en tierras galas empezó a jugarse con una notoria rebaja de la violencia explícita con la que había nacido. Franceses y canadienses le dieron bastante notoriedad para finales del siglo XIX, hasta alcanzar en el caso de los últimos la condición de deporte nacional. Hoy por hoy, en Francia su práctica es residual. Además de en Canadá y en Estados Unidos, Australia, Escocia, Inglaterra, Japón y Nueva Zelanda tienen el mayor cupo de equipos federados.

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