Opinión | Tribuna

Málaga

La Humillación: razones de un exorno clásico

El Señor de la Humillación, en el Via Crucis Jubilar del año 2000.

El Señor de la Humillación, en el Via Crucis Jubilar del año 2000. / Archivo Estrella

Solemne no es sinónimo de triste. Por más que lo busco en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, no encuentro ninguna acepción que se asemeje. Aunque, también podría servirnos este último, porque tristeza es lo menos que podríamos sentir si a quien tratamos de seguir y proclamar, a quien amamos y procesionamos por nuestras calles está siendo maltratado, ultrajado y humillado por nosotros. Claro que esto pasó hace unos 2.000 años, pero me pregunto si no lo seguimos humillando, hoy en día cuando no escuchamos al hermano y seguimos juzgándonos, cuando cerramos la puerta a quien viene a darse y a colaborar con nosotros, para después pasar la factura y pensar que sin nosotros no funcionaría, cuando no vamos a servir, sino a servirnos. Cuando anteponemos el yo al nosotros. Él dijo que esto era para todos.

Primitiva imagen del Cristo de la Humillación, todavía de la Columna, en 1921.

Primitiva imagen del Cristo de la Humillación, todavía de la Columna, en 1921. / Archivo Estrella

Sí, claro que también es para nosotros un día de gozo, el mejor día del año, quizás el que más disfrutamos. He aquí una de las paradojas, barroca diría yo, del pueblo andaluz. Por eso lo queremos presentar de manera solemne, es decir, celebrando públicamente y con suntuosidad, en firme y con todos los requisitos necesarios. Dado que estamos conmemorando un año jubilar, el de la Esperanza, qué mejor ocasión para presentarlo tal y como se hizo hace veinticinco años con ocasión del último jubileo, en el año 2000. Tal y como lo presentaron nuestros mayores en distintas décadas. De morado y con tulipas. No hemos inventado nada. Tan solo hemos buceado en nuestra historia y la hemos traído al presente, como debemos hacer con su mensaje cada día.

Imponente el Cristo de la Humillación en 1942.

Imponente el Cristo de la Humillación en 1942. / Archivo Estrella

Repaso histórico

Nada más hay que dar un breve repaso a nuestro archivo fotográfico, para constatar lo que esgrimimos. Prácticamente, desde que nuestra hermandad comenzó a salir en los años veinte del pasado siglo, ya utilizaba tulipas para iluminar al Cristo de la Humillación. Este recurso continuó tras el paréntesis de la Guerra Civil, en las siguientes décadas: cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta y finalmente, en los noventa. Es decir, que esta especie de tradición, ya que somos dados a crear tradiciones con demasiada facilidad, sólo se ha interrumpido durante los últimos veinticinco años. Quizás por eso había muchos hermanos esperando que llegara, de nuevo, esta ocasión.

Rodeado de tulipas, también en los años 50.

Rodeado de tulipas, también en los años 50. / Archivo Estrella

En cuanto al color morado de las flores también ha sido una constante, a lo largo de los años. Fueron, igualmente, frecuentes en los cincuenta, sesenta, setenta y noventa. Nada nuevo bajo el sol. Huelga decir que es el color litúrgico de la cuaresma según las ordenanzas emanadas de la propia Iglesia quien lo reguló en el ya lejano Concilio de Trento en el siglo XVI, y ratificadas por el Pontífice Juan XXIII en 1960 en las Rúbricas Generales del Breviario y del Misal Romanos. Donde se especifica que el color morado se utiliza, entre otros: “desde la domínica de Septuagésima hasta la Vigilia pascual, excepción hecha de la bendición y procesión de los ramos en la domínica II de Pasión”. Por lo que el Martes Santo está dentro de dicho período.

A todo ello podemos sumar los argumentos vertidos en un interesante artículo de, Juan Parejo, publicado en el Diario de Sevilla el 13 de abril de 2014. Donde explica que la Semana Santa sevillana actual es fruto de una reinvención acaecida tras la Guerra Civil, cuando las hermandades comienzan a olvidar los significados litúrgicos e históricos de la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo y se dejan llevar por los gustos estéticos del momento cayendo en una homogenización y adocenamiento.

El Cristo de la Humillación, acompañado por su grupo escultórico, un Martes Santo de los años 70.

El Cristo de la Humillación, acompañado por su grupo escultórico, un Martes Santo de los años 70. / Archivo Estrella

Según este autor la primera vez que se usó un monte de claveles rojos en los Cristos fue en 1939, y se hizo con una clara intención política. La hermandad de Pasión fue la primera. En aquellos momentos era procesionado sobre un paso dorado, se le puso claveles rojos y unos faldones burdeos, formando la bandera de España. A esta hermandad le siguieron la de San Roque y San Bernardo. Algunas cofradías que usaron el color morado en las flores con los faldones rojos, le obligaron a cambiar las flores o el color de los faldones. Siguiendo siempre a este autor: “ los montes de claveles no son ni clásicos ni litúrgicos y responden a intereses políticos”. Recordemos que las flores y las plantas simbolizan el camino hacia la vida eterna.

Desconocemos qué cofradía fue la primera en usar el monte de color rojo en Málaga. En el caso de la Hermandad de la Humillación la primera vez que usó un monte de claveles rojo fue en 2001, anteriormente se había empleado un friso de lirios morados y buganvilla, muy similar a como se procesionó en los setenta y sesenta. En los primeros noventa y ochenta el friso, en cambio, fue rojo con claveles y gladiolos y el suelo, simulaba el palacio de Herodes al llevar el grupo escultórico. En los años centrales de la pasada centuria se utilizó también un monte donde se combinaban flores silvestres y algunas pitas en un intento de darle una apariencia historicista y realista.

Vaya como vaya, o se presente como se presente, es una realidad incontestable que ningún complemento minimiza la imponente rotundidad sustancial de su mensaje: su Humillación por nosotros.

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